Está el chiste de "¡Los fenicios, coño, los fenicios!": el tipo que se va a examinar sobre historia de los primeros pueblos y sólo se había estudiado a los fenicios. Saca una boleta, y le salen los celtas. Entonces responde: "Los celtas fueron un pueblo que vivieron en la antigüedad al igual que los fenicios. Las principales características de los fenicios son..." y comienzan a enumerarlas hasta que lo interrumpen y le dicen que se refiera a los celtas, que si no sabe, tiene la oportunidad de sacar otra boleta y optar por un cuatro de calificación. En la segunda boleta le salen los galos. Y el tipo responde: "Los galos fueron un pueblo de la antigüedad que eran bravos y sabios al igual que los fenicios. Los fenicios, además, eran buenos navegantes... " Y lo vuelven a interrumpir, que debe caracterizar a Los galos, no a Los fenicios, que tiene la opción de una tercera boleta sólo por el aprobado. Y cuando saca la tercera: "Los fenicios, coño, me salieron los fenicios".
El modo en que Estévez Rams agarra por los pelos los sucesos en los alrededores de La Finca de los Monos para culpar a un ente abstracto por permitir espacios recreativos y culturales -entendida La Cultura en su acepción más amplia- gestionados por emprendedores privados, me recordó el famoso chiste que, de niño, oí de un casete furtivo de Álvarez Guedes. Los fenicios de Estévez Rams son las formas de gestión no estatal.
LEA AQUÍ COMPLETO EL TEXTO REFERIDO DE ERNESTO ESTEVEZ RAMS.
Plantea Estévez Rams:
"Estamos viendo además a donde conduce el desmontaje de la obra social y la intención revolucionaria. Lo privado no puede sustituir a lo social, pensar eso es ignorar las leyes de la sociedad".
Una perogrullada.
Valdría la pena profundizar en las causas de ese desmontaje. ¿Las causas están en la convivencia de formas de gestión de la producción y los servicios diversas de la estatizada? Durante la década del ochenta -sobre la cual los unos y los ceros coincidimos fue en la que mejor se vivió en Cuba- toda la gestión de la cultura artística y literaria estuvo estatizada e institucionalizada. Un altísimo porciento de los adolescentes y jóvenes cubanos estudiábamos en escuelas internas, bajo la influencia de la pedagogía estatizada, veinticinco de los treinta días del mes, y diez de los doce meses del año. ¿No había trifulcas como la ocurrida en los alrededores de La Finca de los Monos? Las había. Lo que no había era redes sociales, ni teléfonos con cámaras al alcance de cualquiera.
Tengo nítidos los recuerdos de los carnavales de Manzanillo de los ochenta. Las unidades móviles de los boinas rojas -especie de policía militar cubana- apostadas en las bocacalles aledañas a la Avenida Primero de Mayo, los cientos de auxiliares de la PNR -que llamábamos en mi pueblo Guarapitos- con sus descolorido uniformes verdes en grupos de tres o cuatro cada dos o tres esquinas. ¿Qué necesidad había de ese despliegue de seguridad en una sociedad gestionada económicamente, casi en su totalidad, por el Estado y en la cual la propiedad estatal era casi exclusiva? Las broncas multitudinarias más impresionantes que he visto en mi vida, las vi en esa época. Es más, tengo que confesar, que ya adolescente, con 13 o 14 años, yo mismo participé en algunas. Como aquella con mis amigos Pedrito, el Jabao, su hermano Alberto, Geovanis, El Negro Daniel y mi primo Abdel contra el "ala juvenil" de la famosa pandilla de Wampa en Manzanillo -los coterráneos de mi generación que me lean se acordarán de la pandilla de Wampa- en la cual Diana, mi primera novia que supo que lo era, recibió una pedrada en la cabeza y una herida de varias puntadas.
Cuando despertamos de aquel letargo subvencionado, con el desmerengamiento del campo socialista, afloró la mariguana que se consumía en la esquina del dominó, allá en el barrio San Nicolás donde nací, la prostitución, el proxenetismo, todos los males que estaban latentes que el discurso oficial, y la prensa partidista -la única que leíamos- más las clases de Historia y Fundamentos de los Conocimientos Políticos, nos decían que habíamos dejado atrás, en "la ignominiosa seudorrepública".
Es que la sociedad nunca es como debería, ni menos como anticipan los manuales, sino como resulta de múltiples y complejas variables cuyas causas no pueden reducirse a la aprobación de unas cuantas Mypimes, o cierta permisividad e independencia de la gestión sociocultural.
En el 2013 no teníamos Mypimes ni el fantasma de la iniciativa privada acosaba a los puristas. Fue el último desfile por el Primero de Mayo en Manzanillo en el cual participé. Entonces tenía una novia que trabajaba en la sala de emergencia del Hospital "Celia Sánchez". Habíamos quedado en que, cuando saliera de su guardia a los ocho de la mañana del día 2, nos íbamos a lo nuestro. No pudimos. La chica estaba exhausta por la cantidad de heridas por armas blancas que tuvo que coser como resultado de las trifulcas en medio de las festividades por el Día del Proletariado Mundial. ¿Ya se nos olvidaron los muertos y heridos del carnaval de La Habana -organizado y gestionado estatalmente- durante las décadas anteriores?
Entonces hay un falaz reduccionismo en insinuar -cuando Estevez Rams lee la comparación entre la actividad en La Quinta de los Molinos y la de La Finca de los Monos- que un tipo de actividad cultural, o el modo privado o estatal como se gestione esa actividad, pone armas blancas o no las pone en las manos de los sujetos marginados. La problemática es mucho más compleja que manipular la interpretación de un hecho lamentable en aras del dogma de que el Estado tiene que gestionar de modo totalitario determinados sectores sociales si pretendemos construir el socialismo.
Silvio, en un comentario en SC, contó cómo se le estancó la construcción del estudio Ojalá, ejecución que estaba siendo financiada por los dineros resultantes de su talento, y como el mismísimo Fidel le había advertido que si seguía los caminos de la empresa estatal, si gestionaba según los requerimientos estatales, no iba a terminar nunca. Ahora que venga alguien a cuestionar el monumental aporte social de Ojalá, o a negar el aporte cultural de Fábrica de Arte Cubano, o de cualquiera de los proyectos comunitarios que artistas e intelectuales de este país han desarrollado con sus propios recursos financieros -o sea, privados- o con una gestión a pesar de la disfuncionalidad harto conocida de las instituciones del Ministerio de Cultura.
"El negocio privado tiene como objetivo esencial hacer dinero, no hay otra", plantea Estévez, y es verdad. Precisamente dinero es lo que necesita este país para salir de la precariedad material en la que estamos, una precariedad que ya amenaza en convertirse en precariedad espiritual y va camino a revertir la propia obra cultural de La Revolución. Porque sin dinero no hay logística para la promoción de valores culturales, sin dinero no logística para el aseguramiento policial, sin dinero no hay plataformas tecnológicas para la promoción. La voluntad y cuatro manuales de marxismo no suplen la falta de dinero como mismo los recorridos, las reuniones y los llamamientos no producen comida. Sin dinero no habrá país, precisamente, porque este un país inmerso en un mundo que depende del dinero. Es este el mundo que vivimos. No otro. No el que soñó Martí, no el que intentó Lenin, no por el que se fajó Fidel con los imperialistas americanos. Y en este mundo hemos de aprender a sobrevivir porque sin sobrevivencia no hay construcción socialista ni un carajo.
Estaría de acuerdo si me dijera Estévez que el dinero no basta, que es una condición necesaria pero no suficiente. Pero no estaría diciendo nada nuevo. No estaría diciendo nada que no hubiéramos estado advirtiendo algunos desde hace más de tres décadas, cuando aun no había Mypimes, ni los empresarios privados podían importar o exportar, ni se le cedían grandes espacios estatales a la gestión privada.
Lo advertimos cuando se confundió masificación de la cultura con populismo y promoción de la ramplonería. Cuando se producían back-grounds de "canciones patrióticas" como si fueran longanizas. Cuando apareció Cándiman en los matutinos "culturales" de las escuelas de Alamar y el Distrito José Martí. Cuando había dinero para llevar un humorista -a veces seudohumorista- semanal al Teatro Manzanillo pero mi amigo, el dramaturgo y director teatral Agustín Quevedo, tuvo que vender los muebles de su casa para terminar de pagar la escenografía de una de sus obras, y poder estrenarla.
En 1998 o 99, Fidel habló largamente en un Congreso de la AHS sobre la marginalidad en Cuba. Estableció sus causas sociológicas y culturales. Reconoció cómo había perdurado el racismo, la discriminación de la mujer, la falta de oportunidades para amplios sectores. Y convocó a lo que llamó la masificación de la cultura y, años más tarde, lanzó los programas de la Revolución. ¿Por qué fue posible avanzar en aquellas propuestas? Precisamente porque teníamos algo de dinero. Porque había cómo financiar aquel propósito.
Pero se trataba de un modelo económico agotado y obsoleto: "No nos sirve ni a nosotros mismos", le dijo Fidel a una periodista, norteamericana creo. Habia que actualizarlo y no lo hicimos a tiempo. Que convivieran la gestión estatal, la gestión privada y la gestión cooperativa -de la cual nadie habla, por cierto-, sería condición esencial de esa actualización. Y algunos agregábamos que también necesitábamos una actualización de los paradigmas y modelos que han sustentado nuestra gestión de la educación, de la promoción de la cultura artística y de la Historia, y de los medios de comunicación y la prensa. ¡Treinta años nos pasamos algunos insistiendo reunión tras reunión, de frente a las presidencias en los salones de las sedes de gobierno, el PCC o las instituciones del MINCULT! ¡Treinta años, de los cuales, apenas los tres o cuatro últimos ha existido una apertura a la gestión privada de espacios socioculturales! Vaya cualquiera a los archivos pasivos de la UNEAC o la AHS, si es que existen.
¿Es que la marginalidad que encontró en La Corbata aquel oficial de policía que tocó a la puerta de Silvio para que el trovador fuera a cantarles, la produjo la gestión privada? ¿La produjo la propiedad privada? Los reclusos que a inicios de este siglo encontró Silvio en su gira por las prisiones: ¿Los fomentó la propiedad privada?
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¿Las realidades presentadas por el documental Canción de Barrio, que cuenta la gira de Silvio por barrios pobres de Cuba, fueron provocadas por la gestión y la propiedad privadas?
¿Dónde estaba Estévez Rams cuando en Guantánamo, hace menos de un año, desbarataron un cine a la entrada de una actividad cultural? ¿Alguna empresa privada -y no estructuras subordinadas a los gobiernos provinciales- gestiona los cines en Cuba?
¿Qué empresario privado gestionaba la actividad de La Original de Manzanillo en un municipio de Ciego de Ávila durante la cual un tipejo lanzó una botella contra el rostro de una de las hijas de Pachy Naranjo, cantante de la agrupación?
¿Qué empresario privado gestionaba la pista de patinaje de Manzanillo cuando en 2014 o 2015, la policía tuvo que sacar custodiado al tal Chocolate MC porque se bajó los pantalones y enseñó sus partes al público, y recibió una andanada de pedradas y botellazos de jóvenes y adolescentes que habían ido a ver su presentación? ¿Quiénes fueron los organizadores de aquello en un escenario perteneciente al INDER y la Empresa Estatal Socialista de Comercio y Gastronomía?
En 2018, en La Jiribilla, denominada La Revista de la Cultura Cubana, financiada por el propio MINCULT, Arístides Vegas Chapú plantea:
"Basta saber lo que sucede en la programación de cualquier Centro Cultural de Artex para enterarnos del poder de estos marginales que con máxima impunidad imponen un lenguaje sexista, consumidor, discriminatorio y decadente en todos los sentidos, que a muchos les conviene validar esgrimiendo el equivocado criterio de la libertad y de que estos conectan con las grandes mayorías".
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Una comentarista, de nombre Carol, denuncia en la propia entrada de La Jiribilla: "Ayer en el noticiero Maray Suarez mostraba la celebracion por el 4 de abril en una escuela primaria llamada 15 de junio, simplemente niños muy pequeños “bailando” regueton de forma casi obscena a la vista de toda la escuela, los padres, los profesores".
En el caso concreto que ha dado pie a los pronunciamientos: la bronca en los alrededores de La Finca de los Monos, el suceso trasciende por la torpeza comunicacional del gobierno de La Habana, mas ocupados en quitarse de arriba su cuota de responsabilidad que de aprender de las malas experiencias, y porque seguramente fallaron -como fallaron también en cada ejemplo que puse anteriormente, sin mayores trascendencias mediáticas- todos los mecanismos institucionales establecidos para asegurar actividades de gran convocatoria, sean gestionadas por emprendimientos privados o no.
Entonces achacarle al tipo de gestión o propiedad del emprendimiento, las causas de comportamientos marginales en Cuba, denota una postura sesgada y evasiva. Un apego a cierta narrativa que busca demonizar la propiedad y la gestión privada como mismo se apega el estudiante a su lección aprendida sobre los fenicios. Aquí el detalle -y la diferencia- es que Ernesto Estévez Rams no es el mal estudiante de historia antigua del cuento de Álvarez Guedes, cuya única opción era hablar de los fenicios. Se trata de un columnista -o excolumnista, no estoy actualizado- del órgano de prensa oficial del PCC. Y el potencial simbólico que tal detalle encierra, a mi me preocupa más que una bronca a machetazos ...