Por: Gabo Rufian.
1. La aritmética electoral
Aproximadamente a las 19:10 finalizó una conferencia de prensa conjunta entre Edmundo González Urrutia y Maria Corina Machado, donde la oposición afirma haber ganado las elecciones. Dicen tener el 73% de las actas y que estas marcarían un resultado irreversible donde Maduro habría obtenido 2.759.256 votos, mientras que el opositor Edmundo González Urrutia habría conseguido 6.275.180.
Según el CNE en estas elecciones hubo una participación del 59% del padrón. Lo que significa un 13% más de participación con respecto a las elecciones presidenciales del 2018 -donde participó el 46%-. Esto significa que hubo un crecimiento significativo en el nivel de participación, pero que aún está considerablemente lejos de los niveles de participación que se habían alcanzado en los tiempos de Chávez.
En las elecciones presidenciales del 2018, el oficialismo alcanzó su piso histórico. Para ese momento, la crisis en Venezuela había alcanzado uno de sus peores momentos. Ese año el PIB de la economía venezolana se había reducido por quinto año consecutivo, un 15,0%. Lo que supone una contracción acumulada del 44,3% respecto al PIB de 2013. Al mismo tiempo, el país atravesaba uno de sus peores momentos inflacionarios.
Por otro lado, las de entonces se trataron de unas elecciones sin una oposición competitiva (ya que la derecha, ahora reunida en torno a María Corina Machado y Edmundo González Urrutia decidió no presentarse para deslegitimar la contienda electoral).
Esas fueron las peores elecciones del oficialismo. En ese complejo y adverso escenario, la candidatura de Maduro obtuvo 6 248 864 votos. Lo que significó una enorme pérdida de casi 1 millón 300 mil votos con respecto a las elecciones del 2013 y de casi 2 millones de votos con respecto a las últimas elecciones donde se había presentado el Comandante Chávez.
Si bien el oficialismo está lejos de tener el nivel de apoyo electoral que alguna vez tuvo, sobre todo en la época de Hugo Chávez, lo cierto es que hasta el domingo era plausible pensar que el podria llegar a obtener una cantidad de votos que oscilara entre los 5 millones y los 6 millones. Más aún si se tiene en consideración que el escenario económico del país, aunque lejos de ser idílico y aún lleno de problemáticas, resulta indudablemente mejor que el del 2018.
Sin embargo, en su conferencia de prensa, María Corina Machado afirma que Maduro solamente obtuvo 2.759.256 votos. Lo que significa que -pese a la mejoría de las condiciones para el oficialismo- Maduro habría tenido *un desplome de casi 3 millones 500 mil votos* con respecto al que fue su piso histórico en el 2018.
Pese a que habría que esperar “las pruebas”, que la derecha afirma tener, estas afirmaciones resultan totalmente implausibles.
Mientras que los 5.150.092 votos que el CNE (la autoridad electoral del país) afirma que Maduro obtuvo en las elecciones, entra dentro de los escenarios probables. Se trataría de un resultado, aún más bajo que el 2018, producto del desgaste del oficialismo, pero dentro de los márgenes de su piso histórico.
2. Desconocer los resultados
Toda la atención mediática a nivel global se ha centrado en Venezuela. Es la primera vez desde 2015, luego de haber autoproclamado como presidente a Juan Guaido, que los partidos de oposición más duros participan en una elección nacional. La mayoría de las encuestas estuvieron sugiriendo una clara ventaja para la oposición. Sin embargo, estas mismas encuestas mantuvieron un claro “sesgo opositor”, pese a las advertencias (muchas veces silenciadas) que afirmaban que el chavismo podía ganar si logra movilizar su base.
Sin que hubiese ocurrido la contienda, se dio por ganado al armado opositor y se asumió que, si tal pronóstico no ocurriese, sería debido a un fraude* . Una idea que se ha repetido en la mayoría de los medios de comunicación pese a que no hay pruebas de que sea posible que se manipule el sistema electoral. Esta situación, ha hecho que el oficialismo acusara a los medios de estar preparando, junto a la oposición, un escenario para desconocer los resultados. Algo que finalmente está ocurriendo.
Durante el día de hoy [28 de julio], se produjeron distintos actos de protestas en varias ciudades de Venezuela. El principal reclamo sería que el gobierno estaría haciendo un fraude y se habría “robado” la elección. Es lógico que una parte de los votantes de la oposición crean que les robaron las elecciones, ya que durante meses esa fue la narrativa que se construyó.
Las manifestaciones existen y fueron importantes. La errática estrategia de un sector del campo oficialista de negar estas *es un error gigantesco* .
Durante la conferencia de prensa, María Corina Machado convocó a todos los que se estaban movilizando a que se realicen asambleas en el día de mañana. "Queremos convocar a todos a encontrarnos el día de mañana en asambleas de ciudadanos en todas las ciudades de Venezuela, entre las once de la mañana y las doce del mediodía para demostrarle al mundo la fuerza y la mayoría que somos", dijo.
Saben que tienen una “oportunidad para capitalizar” el descontento. Al igual que el Asalto a la Plaza de los tres poderes de Brasilia de 2023 o la toma del Capitolio en Washington, pueden mantener la idea de que “hubo fraude”, darle cohesión a sus bases y movilizarlas dándoles un “espíritu de combatividad”. Una maniobra que les permite “pasar a la ofensiva”.
Sin embargo, a diferencia de los dos ejemplos citados con anterioridad, esta maniobra cuenta con una mayor legitimidad global. Desde el gobierno de Milei hasta el gobierno de Boric -situados en distintos puntos ideológicos- niegan que Maduro haya ganado. Esta variedad de apoyos -desde los más activos, hasta las dudas sobre el sistema electoral- le permite construir frente a los ojos de la opinión pública global una enorme legitimidad.
Pero para que se pueda efectuar un golpe de estado, deben contar con el apoyo de Washington y de un sector de las fuerzas armadas. Algo que, aunque todavía está por verse, no pareciera tener muchas posibilidades de realización.
Pese al resultado final de las demostraciones de fuerza, hay un elemento que no puede pasar inadvertido para las fuerzas democráticas, progresistas y de izquierda, y es: el apoyo de sectores populares a estas protestas. A diferencia de los ciclos de violencia que la derecha impulsó en la última década, las llamadas guarimbas, estas no son protestas de sectores medios y medios altos. Sino que, por el contrario, tienen una importante capilaridad en sectores populares, tradicionalmente chavistas.
La erosión de la base social del chavismo es el elemento más importante a tener en consideración* . No solamente hay un cansancio, que hace que sectores tradicionalmente identificados con el chavismo, no se movilicen para votar. Sino que además, hay un incipiente sector de las bases populares que se reconocen como opositores.
Bajo ningún punto de vista es posible atribuir esta situación a la propaganda de los medios de comunicación opositores y de la derecha. Si la propaganda de la derecha es efectiva dentro de Venezuela, esto es porque en algún lugar logra conectar con los miedos, las ansiedades, las angustias del pueblo. Y si durante mucho tiempo conectó con los sectores medios, la pregunta es ¿Por qué logra conectar con los sectores populares?
Indudablemente los años de asedio económico, político e incluso militar que el proceso político Venezolano ha sufrido, logró erosionar la capacidad de maniobra del gobierno. Cualquier debate serio sobre el rumbo del proceso debe partir de esa premisa. Pero hacer de esta la explicación de todos los males, tampoco logra explicar la situación actual.
Por otro lado, si bien es cierto que existe una estabilización económica del país, también es cierto que el crecimiento de la desigualdad es muy extendido (mientras se abren bodegas y consumos lujosos, el salario sigue no alcanzando para vivir), el país está dolarizado y cada vez más privatizado de facto (la salud y la educación son claros ejemplos de esa privatización de hecho), entre otros tantos ejemplos.
Basta recordar, que durante el periodo 2022-2023 se registró uno de los ciclos de protestas docentes más importantes que haya enfrentado el chavismo. Lejos de conectar con lo que haya de demandas legítimas de esas protestas, la estrategia gubernamental fue atacar esas movilizaciones acusándolas de desestabilizadoras. Lo mismo se puede decir de la creciente burocratización de las estructuras de gobierno, así como de los “intelectuales orgánicos” (periodistas, ideólogos, militantes, etc) que construyen narrativas cada vez más alejadas de las penurias populares.
Un ejemplo de ello es la propaganda sobre la estabilidad económica del país, visitando bodegas o supermercados, mostrando como un éxito que existan y estén llenas de productos en uno de los países con los precios en dólares más altos de occidente.
4. Proyectos
Indudablemente resulta importante que exista claridad y transparencia sobre los resultados electorales. Pero bajo ningún punto de vista se puede obviar que quienes están enarbolando esta bandera son los mismos que desconocieron las elecciones del 2013, provocaron el ciclo de violencia de las guarimbas, conformaron un gobierno paralelo (que robo los activos del país en el exterior para financiar sus campañas), articularon las sanciones al país y boicotearon cualquier vía institucional de diálogo.
Una defensa irrestricta de que se respete la voluntad popular, parte de una denuncia irrestricta de los actores reunidos en torno a María Corina Machado.
Sin embargo, aunque la tarea de primer orden es desarticular la escalada de violencia, no deja de ser urgente re-pensar las prácticas militantes y los rumbos que son necesarios para lograr restablecer un genuino contacto con los sectores populares en pos de reconstruir un bloque histórico con capacidad de transformación social. Asumiendo que no hay otra traducción para la resistencia que una ofensiva popular. Un proyecto popular solo se puede realizar empoderando a los sectores populares y sus organizaciones sociales.