Café literario

No puedo negarme. El promotor ha llegado bajo la lluvia cerca de las nueve de la noche.

 Trato de imaginarme a Sartre de moderador ante Cortázar y Cerpentier en algún café cercano a la Plaza de la Concordia, y a la Maga que le pellizca una nalga al Argentino mientras el fantasma de Macandal se le aparece a Alejo, y le exige su atención entre los humores del vino barato y el opio.

La Caro me pregunta adónde voy: a un café literario, le respondo; y mi hija: qué cosa es un café literario; lo pienso un poco: un café literario es cualquier rincón del mundo donde, por lo menos dos escritores, se sienten a soñar sin importarles el desdén de los normales. 

Camino hacia la Casa de la Cultura. 

Evoco la extinta esquina de la cafetería 1906, donde tal vez existiría el primer café literario auténtico en Manzanillo y Navarro Luna hacía un mohín cuando no le quedaba otro remedio que pagarle un express a Luis Felipe Rodríguez. O quizás fuese en Cayo Confite, allí donde Julio Girona tomaba café frente al mar y comía licetas – lo de las licetas él no lo dice, pero resulta fácil de pretender. 

Este sábado nocturno en Manzanillo resulta lo presumible de aquello que consideramos una buena noche cultural. La Casa de la  Trova se alista para su exaltación a taberna, la Casa del Joven Creador anuncia a un grupo de trova-fusión bayamés y, mientras llega el público, los de siempre escuchan su rock de siempre. En el patio de la Casa de la Cultura unas pequeñas mesas anuncian la convocatoria de los poetas, aquello por lo cual Javier Toledano ha desafiado la lluvia y se ha aparecido en mi casa: "vamos a hacer un café literario y necesitamos un moderador". 

Todavía no tengo la más mínima idea del significado de "moderador de cafés literarios" cuando se me aparece Randy,  acompañado de las autoridades, a hacerse cargo de estos poetas de municipio. Le otorga la palabra a unos y a otros, reparte y coteja versos cuestionadores, tristes, desolados, esperanzados, dudosos, hermosos, libertarios versos de Alsina, Ponce, los talleristas, los media-luneros, y la narrativa colada de Edwin, que ha venido de Bayamo. Randy  frena con soltura los símiles que considera más infelices,   trata de amarrar a lo cortico ciertas metáforas descarriadas, bate el merengue de las prosopopeyas, amolda hacia el bien público las asíntotas. Abel, quien lo acompaña cual Pepe Grillo, se alarma y le advierte –para algo es asesor- que la literatura con moderación no es literatura y Randy, por primera vez en muchos años, se permite cierta dudilla acerca de la utilidad de su trabajo.  Y lo que iba a ser un "sí señor" se queda a medio camino en la expresión de sus músculos cervicales.

Y así se desarrolla el Café Literario de este sábado, diverso café sin bohemia ni penumbras, sin excesos, moderado y tibio, como todo el aburrimiento que esos jóvenes buscadores de la espiritualidad  le atribuyen a la literatura. 

Regreso en la madrugada a casa con la sensación de que la poesía está condenada, por la constante imagen de Randy  asintiendo o negando tras cada verso. Llego a mi habitación, pongo Radio Reloj y escucho que han aprobado la Internet para los cubanos...

* La imagen la tomé de la página de facebook Manzanillo en fotos.