sábado, 23 de agosto de 2025

Memorias del transportista incompetente I

I

"Uno no debería dejar de hacer lo que sabe para mal hacer lo que no sabe" me dijo una vez un hombre sabio que conocí en la terminal de ómnibus de la avenida del Puerto, frente al muelle de La Coubre en La Habans. Me contó que era operativo del cementerio de Colón, que sólo trabajaba de noche un día sí y un día no pero que antes, antes de pretender que podía pensar, y decir con horandez, había sido periodista... 

Era el 2006 y yo regresaba a Manzanillo de una reunión de la Asociación Hermanos Saíz, a la cual había sido convocado por mi condición de miembro de su Consejo Nacional Ampliado -nunca estuve en el "restringido"- para resolver cierta urgencia que, en definitiva, el tiempo demostró que no lo era tal para los que, en verdad, "cortan el bacalao" en Cuba.  

Estaba en plena consagración de mi carrera como "radialista de vanguardia"  ¿Y qué iba a ser empático, encaramado en mi atalaya de artista, con aquel anciano de ciencuenta y dos años -la misma edad que tengo ahora- vestido de guayabera azul desteñida que, con su mal aliento y su sobaco peor condimentado, me espetaba si había leído a la Fallaci -que la había leído- o a Truman Capote que entonces sabía quien era por el mejor poeta de mi cuadra, Alejandro Ponce Ruiz, pero no lo había leído: ni a Truman ni a Dos Passos. 

II

"¡Coño, nos están tirando sacos pa abajo!"

"¡Para, pinga!"

"¡Coge el bate!"

"¡Se lanzó con el camión andando el muy hijo de puta!

Kilómetro ciento veinte y tantos de la Autopista Nacional de Cuba. La noche había estado tranquila. Vamos con un contenedor con casi veinticinco toneladas de harina del Mariel hasta Manzanillo donde espera, apremiante, el cliente. 

El Punto de Control policial de Pedro Pi, unos ochenta kilómetros antes, estaba oscuro. Pero un poco más alante estaba apostada una patrulla policial. Luego vimos otra después del elevado para Nueva Paz, y una tercera entre los kilómetros noventa y noventa uno. 

"Parece que hay buena custodia hoy", le digo a mi compañero. 

"Esos están para ver qué pueden raspar". 

Entre sesenta y setenta y nueve kilómetros por hora, uno piensa, no es posible se te suban a la cama del camión, rompan un sello que a veces el cliente se pasa veinte minutos tratando de quitarlo cuando llegas a destino, y un candado de esos que le llaman "anticizalla". Por eso vas tranquilo, conversando con tu compañero acerca de que este va a ser un buen viaje, rápido, con suerte mañana estaremos cargando el retorno y el sábado estaremos en La Habana, lejos de los apagones de veinte horas... Vas mirando por el espejo, claro, aunque no tengas luces detrás, porque tienes "impuesto" mirar por el retrovisor lo mismo que no mirar la palanca para cambiar de velocidad... 

Una noche tranquila.

...Por los posibles tipos de acomodo y embalaje, el peso de los bultos y la tara declarada en el manifiesto, aprecias que o bien solo se llevaron tres sacos o mal te robaron más de veinte. Mientras tu compañero da marcha atrás, tú estás sentado sobre el trozo de cama sobrante al final del camión. Alumbras con una linterna las cunetas y escudriñas a ver si logras recuperar otros sacos que aun los ladrones no hayan podido recoger. En ese momento sabes que, a pesar de la molicie veraniega, se ha desatado una tormenta cuyas bajas pasiones -y altas presiones- habían comenzado meses antes, tal vez años... 

III

"La vergüenza lleva lágrimas pero las lágrimas no son un buen resultado", me dijo aquella vez Prisciliano Guisado, en su oficina de director del IPVCE de Bayamo. Me había pasado semanas ensayando una gala artística y, en definitiva, la puesta había sido malísima: un desastre. Había sido mi responsabilidad. Había asumido el reto. Salió mal. Y lloré. Escondido, claro. Pero Prisciliano se las arregló para encontrarme y literalmente me haló por el brazo hasta su oficina: 

"¿Tú crees que eres el responsable?. No. Somos Pepín (el subdirector de internado) y yo, que permitimos asumieras una tarea para la cual aun no estás preparado". Pero yo creía que sí. Y entonces me encabronaba más. 

Cinco años después Prisciliano era el alcalde de Bayamo y se realizaba la gala inaugural del carnaval de la Ciudad Monumento. Yo era el director de la transmisión para la radio. Se le dio un problema técnico a la directora del espectáculo y hubo un bache tremendo. Los espectadores, allí, obviamente se percataron del desaguisado. Pero los miles de oyentes de Radio Bayamo, no. Nos las arreglamos -con el aporte magistral de la locutora Olguita Sanz- para que la transmisión continuara como si no hubiera pasado nada. 

Como a los tres días, en pleno carnaval, me topé con la directora -ahora no recuerdo su nombre. Yo me bajaba del auto que usábamos para las transmisiones en directo, y ella se me acerca y me abraza: "Caramba, pero si eres un muchachito. Gracias, mijo, tu transmisión me salvó la gala."

"Es que él sabe lo que es llorar"... Me viro, y veo a Prisciliano. 

IV

Lo peor de que te asalten y te roben en carretera no es que tengas que pagar la pérdida. Es la desconfianza. El tono de voz del dueño y de tu jefe -tus amigos- cuando le informas. No te dicen directamente -tal vez por respeto y aprecio- de primera y pata pero le dan vueltas al asunto hasta que, finalmente, te transmiten la sospecha. 

Sí. Es más razonable dudar de la integridad de un hombre -o de dos hombres-  que creer que alguien pueda subirse a la cama de un camión que va casi a 70 km/h, picar  un sello que a veces le cuesta hacerlo a los estibadores, romper un candado de acero y comenzar a tirar sacos de 25 kg hacia la autopista de modo que no se vea por el retrovisor.

Les dicen "los ninjas", seguramente son de algun pueblo cercano y, quienes conocen o intuyen sus actividades, los suelen admirar, como especie de Robin Hood, porque "se la juegan para subirse a un camión", y  "no le roban al viejito de la esquina, ni al sacrosanto Estado, sino al camionero que le transporta al mipimero especulador que está forrao en billetes y que nos sube hasta el cielo el precio de los huevos". 

Se cree con mayor facilidad que un hombre puede pudrirse con la vida a creer que los oficiales de una patrulla en Jagüey Grande te digan: "¿Denuncia? Si quieres gastar petróleo entra al pueblo y hazla pero ustedes son mipime, arréglense entre ustedes que esa mercancía no va a aparecer". 

No deberías tener que dejar de hacer lo que sabes para tratar de hacer lo que no sabes. Y tampoco vale la pena que te eches a llorar por los fracasos -piensas- mientras tu compañero esquiva el último montículo de basura antes de llegar al destino, en un Manzanillo de fiesta que parece olvidar sus penurias... 

Los estibadores son cristianos y oran con el dueño antes de abrir el contenedor vulnerado de harina de trigo. Yo pienso que Cristo multiplicó, segun cuentan, los panes... 



 


3 comentarios:

  1. Así de mal van las cosas. Al margen del delito y de la incómoda desconfianza, en la base de todo está la precariedad. Hay un vínculo entre el empobrecimiento (material y espiritual) de la sociedad y el delito. La Cuba de hoy es desigual, muy desigual. Siento que hayan desconfiado de ti que eres honesto. Y que mala la respuesta de la policía.

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  2. yamirys valle glez23 de agosto de 2025, 10:11

    Guaji...pero esos son los mismos "ninja".. que antes de asaltar a los rastreros de las mypimes asaltaban a los rastreros que distribuían la canasta básica.....son los mismo...lo de ellos son las "rastras con mercancias"..NO LES IMPORTA EL COLOR QUE TENGAN!!!

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  3. Lo que nadie entiende como es posible que en los pueblos cercanos a la Autopista nadie " sepa" quienes son los NInjas? y cuando digo "nadie" me refiero a las Fuerzas del orden, esos la gente sabe quienes son y a quienes les venden y no dudo de que hasta sea por "encargo" terrible experiencia .

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