Lo que pasó en Nepal no va a incidir en Cuba. Probablemente, uno y otro extremos de los bandos lo sepamos: todos.
Algunos asustadizos, temblorosos por la mentalidad de ejambre que se cataliza ahora por las redes sociales -siempre existió la mentalidad de enjambre sino dialóguese con Juana de Arco- se dejan arrastrar por las comparaciones y pretendidas analogías entre la crisis de Nepal y la policrisis cubana. Y las aclaraciones con las cuales hemos amanecido hoy -que confirman la preocupación de ese supraente velado que maneja los hilos- respecto a que si en Nepal no había un régimen comunista, que si lo que derrocaron los jóvenes era un sistema neoliberal, que si no quebraron un sistema sino a un primer ministro...
¡Qué entusiasmo analítico el de mis coterráneos! ¡Qué manera más contundente la del enjambre, sí, de apartarnos de lo esencial y trascendente para nosotros como nación en caída -no puede decirse que "libre"- hacia el colapso! ¡Cuánta parafernalia que, como el apagón de más de veinte horas, inmoviliza la acción transformadora!
El titular acerca de Nepal, en apenas unas horas, eclipsó el del uso por Cuba de la moneda china de nombre musical. En definitiva, la mención del comercio en renmimbi parece ser lo mejorcito que tiene el departamento ideológico para intentar solazarnos como "resultado" directo de la gira del presidente por Asia.
Como si los unos y los ceros, y casi todo el que aun logre conservar dos dedos de frente,no supiéramos -aunque no todos lo digan públicamente atenidos a ideologismos, oportunismos, miedos o la combinación de cualquiera de estos- que lo decisivo para nosotros, como nación, no está en que si nos cambiamos para acá o acullá en términos comerciales o financieros sino en si transformamos o no nuestras estructuras obsoletas, incluidas la gobernanza, la gestión empresarial y la coherencia política. Y esos no son retos ni problemas que nos vayan a resolver los del Cantón, Shangai o el Tibet rebelde ni su moneda fronteriza -tampoco el pretendido ejemplo de los nepalíes- sino nosotros mismos. Cualquier retórica de la consolación, sustentada en promesas externas, lo único que hará será prolongar la agonía hasta que la realidad -siempre más dura incluso que los jueces y carceleros de Juana de Arco- nos obligue a ponernos ropa de hombres aun a riesgos de que nos acusen de relapsos, y va y hasta nos quemen vivos...
¡Hasta el próximo alumbrón!
No hay comentarios:
Publicar un comentario