domingo, 7 de septiembre de 2025

Un tributo oscuro de espaldas al mar

En Manzanillo y Regla desde esta madrugada rinden tributo a Yemayá, la deidad que nos legaron los africanos y que fuera sincretizada con una imagen que, según la tradición oral, procedía del oratorio privado de San Agustín allá por el cuarto siglo después de Cristo. 

Si ni Yemayá pudo evitar un apagón de un par de horas en el parque principal de Regla, en medio de las celebraciones, en Manzanillo debió ser mayor la divina frustración: hubo zonas que tuvieron más de 24 horas sin electricidad, y cuentan semanas, meses, sin agua corriente a través del acueducto anunciado, en su momento, como el mas moderno de América Latina. 

Yemayá, deidad regente de las aguas, es venerada en la ciudad, probablemente, más sistemáticamente seca de Cuba. Y no es por la deidad misma, al contrario. En mi casa familiar, mi padre, no podría bañarse ni mi hija limpiar si no fuera por la lluvia que, improvisado una especie de aljibe, almacenan gracias al auspicio del orisha. 

Anoche, cuando leí la nota de que el historiador Delio Orozco González había pronunciado unas palabras a los peregrinos que en Manzanillo tributan a Yemayá, recordé un espisodio de esos que ahora parecerían surrealistas -y que lo eran- cuando a Delio se le ocurrió decir en un programa radial que yo realizaba -se llamaba En el Mar- que Manzanillo "vivía de espalda a su mar". 

Y tenía razón. Ya entonces, como quince años atrás, la industria de la pesca languidecía entre el verticalismo y la hipercentralización de las decisiones administrativas y económicas a pesar de que Ciro Luis -aquel reconocido director de la empresa PESCAGRAM- había defendido con pasión la pertenencia a La Ciudad del Golfo de la dirección de su estructura empresarial. 

También los pescadores privados -sería por obra y gracia de La Ofensiva del 68 y la sovietización del 71- habían sido convertidos en "pescadores deportivos" y confinados a normativas y prohibiciones que desestimulaban la producción. Ya no existían los paseos en lanchas y barcazas de mi niñez, ni las travesías a las playas de Cayo Blanco o Cayo Perla

Manzanillo vivía -vive- de espaldas a su mar, y bien. Pero aquel domingo en la mañana llego al estudio de ediciones de Radio Granma y me encuentro a dos entrañables amigos -con responsabilidades directivas en la emisora- revisando lo que había dicho Delio -y yo no había censurado- y "conspirando" para desviar el golpe que  algún misterioso o funcionario del partido -augusto velador de la pureza político ideológica- había "sugerido" debían darme. 

Años después, otro septiembre, me contrataron para realizar la producción de Las Fiestas del Mar, que comienzan  con el tributo a Yemayá y terminan con la procesión  de la Virgen de La Caridad -Ochún en el panteón yoruba-  Los invitados al evento teórico de las fiestas -estudiosos y practicantes todos- fueron a La Demajagua, y allí realizaron un ritual propio de su liturgia que motivó otro de esos episodios surrealistas en el salón de los ateos del partido municipal... Pero eso lo contaré otro día, en otra entrada... 



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