No es posible analizar, sacar conclusiones y emitir juicios razonables, incluso de buena fé, si no se tiene información objetiva. Para un observador no participante, el único modo de obtener información objetiva de una fuente involucrada en determinado proceso o hechos, es que ESA FUENTE LA OFREZCA oportunamente y con plena transparencia, ya sea por voluntad propia o porque se le conmina o exije. No hay otros modos.
Leyendo la Nota Oficial emitida por la dirección de salud de la provincia de Granma acerca del juicio a que han sido sometidos seis médicos de un equipo de cirugía del Hospital "Carlos Manuel de Céspedes de Bayamo", reafirmo que la Ley de Comunicación Social aprobada por nuestra Asamblea Nacional será letra inerte si los decisores, en el ámbito que sea, siguen aferrados a la vieja mentalidad secretista y autocensora. Porque no informar desde la institucionalidad oportunamente, dejar que el rumor y la especulación se expanda, dejar exprofeso a la opinión pública con una sola matriz informacional -la más conveniente para quienes quieren ver a Cuba desmembrada en odios y diferencias insalvables-, no contribuir a tiempo desde la comunicación institucional, no narrar los hechos con todas las aristas posibles -la de la familia del fallecido, la de los enjuiciados y sus familiares y compañeros, incluso, la de los expertos judiciales y los peritos- es estar aferrados a esa mentalidad cuya obsolescencia social tanto daño nos hace a la nación y a la comprensión mutua, y a esa tan preconizada unidad en la diversidad de la cual se hace gala tantas veces en la retórica de los congresos y las tribunas, y se desdice tantas veces en la praxis.
Sin empatía no hay comunicación eficaz. Y para generar empatía hay que descarnarse, decirlo todo, enseñarlo todo sin concesiones a los tabúes y los miedos a enfrentar situaciones duras que nadie, en su sano juicio o con formación humanística, desea para ningun compatriota o familiar.
Hay que desterrar de la comunicación institucional toda noción conspiranoica, determinada por el síndrome de la sospecha y la mala leche, al estilo del cuento de "métete el gato por el..." y acabar de entender que la ciudadanía como colectivo humano siempre va a ser más sabia, si se le dan todos los elementos con transparencia, que cualquier estructura política, gubernamental y/o institucional. Pero para que esa sabiduría se manifieste hay que darlo todo, decirlo todo -como nos invita Guillermo Rodríguez Rivera desde el blog Segunda Cita- y darle voz a todos, también, a los equivocados e inopios.
En la aristas de la comunicación mediática, el comentario de la periodista Carmen León Guerra, de la emisora manzanillera Radio Granma, luego de leer la Nota Oficial de la Dirección de Salud de Granma, también evidencia esa obsolescencia conceptual -tal vez ideopolítica- que no acabamos de superar. Carmen razona correctamente que no es posible dar una opinión objetiva si la institución involucrada en los hechos no cuenta objetivamente los hechos.
Pero lo expresa mal: "Claro que tiene que haber ronchas, tiene que haber opiniones, toda esa barahúnda, esa diversidad de opiniones... ¿Por qué? Porque ahora es que se publica, ahora es que se aclara, ahora es que se están dando oficialmente a conocer los hechos...."
Equiparar el rumor, la "barahúnda" (ruido, desorden, confusión) con la diversidad de opiniones es un error conceptual de mi excompañera de la revista cultural "Qué Tal, Manzanillo". El rumor, el ruido, la exageración, la distorsión de la información -provocada casi siempre por el vacío de información institucional- son ciertamente manifestaciones y efectos indeseables pero no la multiplicidad ni menos la diversidad de opiniones. De hecho, lo que se ha estado generando en este caso no ha sido diversidad ni multiplicidad de opiniones sino argumentaciones -con o sin objetividad o razones, no voy a entrar a evaluar eso- de una matriz que pone al gobierno cubano como culpable de todas las carencias, materiales y éticas, que pueda existir en nuestros hospitales. Diverso hubiera sido que los periodistas granmeses hicieran lo que corresponde a un profesional de la prensa de verdad comprometido con este tiempo convulso y confuso que vive su patria. Diverso hubiera sido romper tabúes y dogmas acerca del periodismo militante -que se confunde con oficialista por todas las partes- y haber contado los hechos desde las distintas perspectivas del acusador y los acusados, y de los observadores más cercanos.
Carmen León plantea en su comentario por Radio Granma que: "...por la ética que nos corresponde nos hemos mantenido... a la espera de esta noticia, de esta información oficial"... Tengo francamente que discrepar categóricamente. El silencio, la espera por el pronunciamiento oficial demorado es, precisamente, lo que considero poco ético para un periodista revolucionario y comprometido con Cuba -y no estoy dudando de que los periodistas en Radio Granma se sientan revolucionarios ni comprometidos con Cuba- en la actual circunstancia. Lo ético para un periodista en la Cuba actual no es el silencio hasta que la oficialidad se pronuncie. ¡Definitivamente, no! Lo ético es sacudir esa institucionalidad aferrada a la obsolescencia comunicacional e ideológica por la cual persiste el secretismo, la tendencia a autocensurar, la extraña y fatal noción de que si la institución no dice algo, la gente hará como que no existe, o es un bulo de los enemigos, o es una exageración. Ya esos tiempos se acabaron y no sé qué más necesitan para entenderlo puesto que, hasta una ley aprobada por la asamblea, lo reconoce.
Comprendo perfectamente que es un riesgo enorme para su zona de confort, que un periodista en Bayamo, Manzanillo o cualquier municipio de Granma, intente sacudir el oficialismo y la procrastinación comunicacional de cualquier institución. Lo comprendo porque lo sufrí y pagué las consecuencias con creces, en lo personal. Pero son los gajes del oficios, sobre todo, si uno se siente revolucionario y comprometido con Cuba. Porque por estas tierras orientales -creo que más que por cualquier otra región- está aun muy arraigada esa fatal confusión de militancia política, militancia revolucionaria, con complicidad con el secretismo y la procrastimación comunicacional. Lo comprendo y me puedo poner en el lugar de esos periodistas pero no por eso voy a decir que estoy de acuerdo, o que esté conforme como ciudadano con su labor como servidores públicos que son.
Sobre los hechos en si mismos, sobre si era menester juzgarlos o no, aun no me puedo formular una opinión responsable puesto que no tengo acceso, precisamente, a un mínimo de datos diversos que me permitan contrastar fuentes y enfoques de sus implicados. A eso agreguemos que no soy médico ni jurista.
Pero sí he sido comunicador profesional y estudioso de los medios en Cuba. Y sí puedo asegurar que otra vez estamos perdiendo la oportunidad -aunque dolorosa, muy dolorosa- de convertir una situación compleja e indeseada en un proceso de aprendizaje gremial, social, que nos permita establecer y compartir las causas del deterioro de un pilar acerca del cual este país llegó a enorgullecerse y de ser reconocido en todo el mundo: la salud pública.
Ya que sucedió el hecho lamentable y triste de la muerte de un joven, lo saludable como sociedad es discutir cómo este hecho es una muestra o no de lo que no nos funciona o nos funciona mediocremente en nuestros hospitales y centros asistenciales, al menos en ese hospital en concreto.
¿Hasta qué punto las carencias materiales persstente afectan el rendimiento de un profesional de la medicina? ¿Hasta qué punto vivir inmersos en esta especie de campo de batalla cotidiano, resultante del bloqueo y la mala administración, afecta el buen discernimiento de un profesional de la medicina? ¿Cuál es el límite entre la llamada 'resistencia creativa' en la atención hospitalaria y la chapucería o la violación grosera y oportunista de los protocolos? Son esas problemáticas las que, en mi opinión, debería fomentar un periodismo profundo y revolucionario, y son esas cuestiones as que deberíamos debatir... ×
Eso es más saludable que cualquier juicio o sentencia judicial. Discutir, debatir, entender para minimizar las posibilidades de que se den una serie de circunstancias que, sea por negligencia o no del equipo médico, quede la insatisfacción con la atención en los familiares de un fallecido. Creo que ese es el aporte ético, revolucionario, patriota que puede y debe hacer un profesional de la comunicación ya sea en los ámbitos mediáticos o institucionales, en casos como estos.
Y ahora, legionarios, vengan a mi...