Se me aparece la imagen del jinete sobre el burrito. El jinete con una golosina atada a una vara de pescar sobre el burrito que quiere alcanzarla, que avanza porque intuye que alcanzará a satisfacer su hambre. Más no la alcanza nunca porque todos -burrito, jinete, vara, golosina- se mueven a la vez. Y el hambre del burrito crece, se acumula, lo compulsa a trotar más rápido, a trotar automáticamente hacia su meta, a trotar con la visión cada vez más cerrada sobre la golosina hasta que el hambre se vuelve peso insostenible, si el jinete no le acerca la vara con la golosina, y el burrito se espanta antes de morir.
Hagámosla efectiva, perdurable sobre la mesa. Como impulso está muy bien que la esperanza habite los predios de los sueños. Aplaudo a quienes cada nuevo año hacen sus votos por la verde, roja o negra/pero con amor sin olvidar que, si se demora demasiado en pasar a realización, la esperanza se troca en decepción, primero, y luego en rabia.
Este 2022 que termina he sentido los indicios del año de la rabia en las discusiones en las colas, al subir a una guagua, la perplejidad del coronel retirado de las FAR cuando se entera que a una nieta, un delincuente con bata le pidió mil pesos por una cama para su estancia postparto en un hospital. No ha sido la rabia virulenta del estallido por el que han apostado aquellos que, por tal de derrocar el gobierno -o sustentarlo a ultranza- no les importa que los cubanos nos matemos los unos a los otros. No con la violencia sangrienta tan largamente esperada -y fomentada- por quienes alimentan odios, diferencias, divisiones. No así pero sí con el paroxismo de la desidia de muchos, el egoismo, ese mal vivir sistemático sobre la cuerda floja de la precariedad y el subdesarrollo largamente compartido.
Hace solo unos dias sentí los indicios de mi propia rabia. Allá, en un barrio llamado Juan de Dios Fraga ubicado en la frontera entre Playa y La Lisa, se inauguraba un anfiteatro y otras obras sociales. Allá estacioné mi bicicleta entre el montón de autos de dirigentes. Ellos decidían, como en medio de una maniobra militar, donde se pondrían las sillas para que no le diera el sol a la presidencia, quiénes cantarían y bailarían en el acto, cuántos oradores habría, que todo estuviera perfecto ante la mirada de la "visita de primer nivel".
Alrededor los obreros y operarios aun pintaban -incluso sobre el repello fresco, en algunos casos, pues "hay que terminar antes de que mañana, a las siete, se entonen las notas del Himno de Bayamo"-, una socióloga recogía escombros, un promotor cultural los llevaba para el camión... En realidad nunca llegué a saber la utilidad de mi estancia allí. Nadie pidió mi criterio sobre asunto alguno ni de mi competencia ni fuera de esta. Todo estaba decidido por un par de gentes sobre cuyas sapiencias y experiencias, en asuntos de actos e inauguraciones, no me estaba permitido dudar.
Allí mismo supe que, una vez terminado el acto de inauguración por las nuevas obras sociales: un gimnasio, una panera, una farmacia, el anfiteatro... la comitiva del "primer nivel" podía decidir hacer un recorrido por el municipio. Aun es un misterio para mi cómo sabrían los implicados los lugares específicos que, probablemente, visitarían del basto territorio de la demarcación. Ese probable recorrido generó aquel día varios reuniones y chequeos más. Uno de ellos me hizo llegar a casa, hambriento y cansado, cerca de las once de la noche. Al otro día se hizo el acto al que yo no fui pues me habían encomendado otras tareas, lo cual me reafirmó que, mi presencia allí el día anterior, jamás había sido necesaria.
Una semana después recibo la llamada de un compañero de trabajo. Me pedía que me ocupara de un asunto de su competencia planificado con semanas de antelación porque: "Tengo que estar hoy y mañana en función de Fraga"... "¿Pero ya no se terminó e inauguró el anfiteatro de Fraga?¿Salió algo mal?" Pregunté pensando en la fama de chapuceros que tienen algunos constructores. "No, es que tenemos que prepararnos para una visita de primer nivel...""¿Pero el día de la inauguración no fue la visita de primer nivel?""Ay, hermano, tú sabes cómo son las cosas en nuestro país...", fue la respuesta de mi compañero.
En mi caso, los indicios del año de la rabia se produjeron en el ámbito del modelo imaginal. Vi la secuencia omnipresente y repetitiva, desde tiempos feudales, de la comitiva, las cortes con sus dignatarios, caballeros, escuderos, pajes, ordenanzas, los perros dálmatas custodiando los carruajes, el pueblo arremolinado mas por curiosidad que por afecto o convicción. Y vi al burrito trotando ya casi desfallecido hacia la golosina.
Está muy bien que conservemos la esperanza. ¿Qué seríamos sin esta? Pero a estas alturas ya no nos basta. Hay que coronarla. Hay que coronarla con mayor coherencia y menos demagogia, con menos paneras sin suficientes panes, con menos farmacias sin suficientes medicamentos, con menos anfiteatros sin espectadores emocionados y felices...
Yo también hago votos por la esperanza cubana este 2023. La esperanza cubana coronada. Ya no me sirve ninguna otra.