jueves, 30 de mayo de 2024

Lecciones de familia

 Es curioso como llegué a la conclusión de que las élites oligárquicas estadounidenses y el gobierno que las sustenta son, como casta, los mayores hijos de la gran puta que La Humanidad haya conocido jamás. Llegué a esa convicción no por los libros de texto de historia, ni por los matutinos o los turnos de preparación política en las escuelas, ni en los círculos de estudios durante mi etapa como militante de la Unión de Jóvenes Comunistas.  No necesité largos discursos de Fidel -los discursos de Fidel, casi todos, por no ser absoluto y decir todos los publicados, los leí después de los treinta años- ni participación en tribunas o congresos. Llegué a la conclusión de que la oligarquía estadounidense y el gobierno que la sustenta son tremendísimos hijos de puta, viendo películas producidas por Hollywood, primero, y luego por su Cine Independiente. 

Puede decirse entonces que ha sido la industria del entretenimiento de los propios Estados Unidos, -no Marx, Engels, Lenin, Rosa Luxemburgo, Althousser, Gramschi ni mucho menos Kohan o Atilio Borón-, quienes forjaron mi identidad clasista aunque, ahora mismo, esté muy cerca de ser un desclasado según los marxistas más encopetados. 

Soy hijo de obreros. De un manitas, mi padre, que nunca ha dejado de serlo a pesar de que a sus casi ochenta años todavía resuelve ecuaciones de segundo grado sin usar el lápiz; y de una trilladora de granos, mi madre, que con el tiempo se convirtió en la mejor especialista en contabilidad del CIMEX en Granma y que, poco antes de que su enfermedad se agravara, anticipó que si aquello no se supervisaba desde la institucionalidad civil, a la larga se convertirá en un desmadre. Y, por lo visto, así va siendo. 

Mi Viejo, Gilberto, que aún desanda Manzanillo con su jabita a cuestas, nunca simpatizó con el gobierno revolucionario, es la verdad. De él, por primera vez, le escuché la distinción entre Patria y Revolución, y entre Gobierno, Estado y Revolución durante una discusión con La Vieja. 

La bronca comenzó cuando papi llegó a casa, allá por 1984, diciendo que no le trabajaba más al Estado, que se iba a dedicar a  reparar motores de autos y camiones en la casa en lo cual ya estaba considerado uno de los más renombrados especialistas de la antigua región Manzanillo. Mami no estuvo de acuerdo. Entendía -como revolucionaria y militante del PCC- que el deber de un obrero debía ser, en primer lugar, con el Estado puesto que el Estado garantizaba el bienestar de todo el pueblo. Viniendo de mi madre, -que siendo la presidenta del CDR tuvo los timbales de no permitir que se tirara un huevo en mi cuadra a un par de vecinos que se irían por El Mariel, ni permitió se le hiciera acto de repudio por la misma razón a Adrián, su compañero de trabajo homosexual- su postura no era por temor a represalias ni al qué dirían los fundamentalistas del barrio sino porque estaba convencida de que debía, El Viejo, trabajarle al Estado. Y punto.

Aquella bronca fue de altos quilates. Tanto que aun la recuerdo a pesar de que yo tendría diez u once años. La noche del velatorio de La Vieja, le pregunté a papi cómo mami lo había convencido de que volviera a trabajarle al Estado pues hacia 1986 papi era el mecánico principal de la base de ómnibus escolares de Manzanillo: "La negra tenía sus maneras" respondió con leve sonrisa dentro de su tristeza. 

Fue El Viejo uno de los primeros que me enseñó a ver más de lo que se aprecia a simple vista en las películas. Cuando se estrenó en Manzanillo Tiburón, la película de Spealberg, íbamos saliendo los tres del cine Popular camino a la Cafetería El Jardín, donde se saboreaba ricos helados a veinticinco centavos la bola. Y El Viejo comentó: "En las películas americanas nunca un obreros es el héroe. Siempre es un policía, un militar, un científico, un artista, un ingeniero, un deportista, el dueño de algo... Nunca un obrero".  Más de tres décadas después, una noche, estaba en casa cuando en la televisión cubana pusieron la película Unstoppable, protagonizada por Denzel Washington, en la cual dos obreros, uno negro y otro blanco, son los héroes que evitan un catastrófico accidente de tren. Papi dormía y lo levanté: "Compay, échate esto, aquí los protagonistas son dos obreros". Al terminar de verla dijo: "Coño, al fin...". 

Esa noche del 2011 -ya La Vieja había muerto- entendí la postura política de mi padre. Por qué él distinguía la hijaeputancia de las élites estadounidenses -en la que siempre coincidimos La Vieja, él y yo- de los valores del pueblo del norte. Por qué él, un tipo rudo forjado entre hierros y palabrotas pero que todavía no puede dormirse si no lee de un libro, distinguía entre Patria, Revolución y gobierno. Y que no siempre el gobierno era coherente con los principios ni el espíritu de la Revolución pues los resultados de sus errores, torpezas y aferramientos podían ir en dirección contraria a los ideales de justicia, igualdad y libertades. Para demostrarlo me habló de la Ofensiva del 68, de cómo su maestro de mecánica lloraba de rabia porque tuvo que entregarle al interventor hasta las herramientas que había heredado de su propio padre, de cómo se perdió en los talleres la tradición de la enseñanza práctica de una generación a otra, y de tantos otros cómo...

No creo que haya muchos atributos que le den más fuerza moral a una persona o proceso que la coherencia. Un equivocado coherente, inspirará siempre respeto en quienes estén dispuestos a respetar -hay quien irrespeta de modo patológico, esos a mi me dan lástima aunque también pudieran dar asco. Un acertado, incoherente y maleable según vea la cosa, a la larga es despreciado, incluso, por quienes usan sus aciertos. Porque todos, más o menos, tenemos equivocaciones y aciertos y todos somos usados en favor de poderes que nos trascienden. No hay que avergonzarse por haber creído sinceramente en algo un tiempo, y al cabo dejar de creer o viceversa. Lo que debería avergonzar es cambiar de una simulación y autoengaño a otra simulación y autoengaño por conveniencias o miedos; renegar de las que fueron tus convicciones y, lo peor, juzgar a los que no reniegan aunque expongan o no sus posturas críticas.

De mis padres -tanto de La Vieja como del Viejo- aprendí que la razón propia se defiende como si en eso se nos fuera la vida pero que defender la razón propia también es reconocer cuando se ha estado metiendo la pata. Porque toda razón tiene matices, es maleable y es cuestionable.  Y que las palabras son veleidosas, fácilmente prostituíbles. "Ese oficio tuyo de escribir para la radio es tan sospechoso" reía mi madre: "Se puede acomodar para cualquier cosa de un extremo u otro. Yo sé que el trabajo de tu padre ha rendido frutos cuando siento que el motor arranca. De los frutos de tu trabajo en la radio, no estoy tan segura..." Y me daba un beso...




domingo, 26 de mayo de 2024

¿La Nación de rodillas?

¿Cómo entender La Nación? Se pregunta uno cuando lee la serie 20 de mayo de 1902: la nación de rodillas, del reconocido historiador y comunicador social cubano Ernesto Limia. Se trata de una magnífica relatoría de los hechos, conflictos y actuaciones que resultaron en la instauración de La República de Cuba, el 20 de mayo de 1902. El autor, con meticulosidad y sapiencia, hace gala de su dominio del método histórico-lógico en la introducción de los resultados de sus pesquisas sobre las luchas independentistas cubanas del siglo XIX, en función de sus conclusiones y de lo que él, infiero yo, considera un ignominioso colofón.

La relatoría realizada por Limia de hechos previos y posteriores a la instauración de La República en Cuba, el 20 de mayo de 1902, puesto que están debidamente sustentadas documentalmente, no es el objeto de cuestionamiento de este texto. Tampoco la conclusión, para mi innegable, -sobre todo porque los propios opresores lo reconocieron-  de que los imperialistas norteamericanos se propusieron controlar sociopolíticamente, a su favor y egoísmo, la nación cubana, de modo más burdo o menos sutil.  

Lo que sí me atrevo a cuestionar es la conclusión fundamental emanada del título de la serie, la noción de que el 20 de mayo de 1902 la nación cubana fuera puesta de rodillas debido a la traición de la casta política a los ideales independentistas y martianos. Traición que si bien pudiera ser cuestionada en cuanto a intenciones e individualidades, porque hubo diversidad y matices en las posiciones y comportamientos como se aprecie en los propios textos de Limia, está respaldada por las posteriores intervenciones yanquis en la isla, y su postura beligerante que trasciende hasta nuestros día. 

Pero tengo que volver a preguntarme: ¿Cómo entender La Nación? Si La Nación es entendida como una sociedad delimitada  por las identidad y cultura comunes, distintivas de otras identidades y culturas que le rodean y con las cuales se compara, entonces se manifiesta en todas las dimensiones de La Cultura y en toda la diversidad social -espirituales y materiales-, a saber: en las dimensiones de Los Valores Humanos y su expresión en el ejercicio del Derecho, el Arte y la Literatura,  La Religiosidad, La Ciencia y La Tecnología, y la Ideopolítica. Ninguna de estas dimensiones es uniforme ni universal, ninguna está excenta de contradicciones internas y de una transformación constante propias de la crisis y resolución de esas contradicciones. 

Así como el sincretismo, en el caso de Cuba, es el resultado tangible de la manifestación de esas crisis y resoluciones de las contradicciones en el ámbito de la religiosidad, la forma de organización del Estado y El Gobierno -llamémosle La República- es el resultado tangible de la manifestación de esas crisis y resoluciones en el ámbito de lo político, o sea, en el ámbito del ejercicio del poder. No se llegó entonces a La República, por imperfecta,  traidora de determinados ideales o impuesta por una fuerza avasalladora que fuera, sin lucha, sin pugna, sin resistencias. Y esa lucha, esa pugna y esas resistencias, también conformaron entonces, y conforman ahora, La Nación.

Hay una porfía dinámica -y quiero creer que dialéctica, o sea, del tipo de aquello que nos enseñaron como Unidad y Lucha de Contrarios- entre el ejercicio del poder -en el sentido del sometimiento de la comunidad hacia intereses considerados legítimos por la casta en el poder- y el cauce por el cual, en definitiva, transcurre La Nacion y los diversos clases y estamentos que la conforman socialmente. Si esa porfía no existiera, ni llegara a convertirse en lucha cívica y/o armada, y si no fuera determinante: los dictadores y las dictaduras fueran eternas, por ejemplo, y ya sabemos que caducan

De tal modo, entender La Nación como la resultante exclusiva del ejercicio del poder -o del tipo de República- o entenderla sometida e inerte y sin resistencias dinámicas a ese poder -o a esa forma de organización del Estado y el Gobierno-, puede resultar en dislate reduccionista del examen histórico o sociológico. Pudiera ser, o quizás no,  el resultado de una mentalidad totalitaria en favor del papel de la política -y los políticos- como determinantes sociales.  De hecho, en el caso extremo de un poder totalitario, estructurado de modo que asfixie cualquier iniciativa de resistencia, cívica o militar -ya sea por la manipulación o ya sea por la violencia- esa resistencia, ese combate contra lo establecido e/o impuesto, se manifestará primero en cualquiera de las otras dimensiones en que la comunidad asume su identidad, o sea, en las Artes y La Literatura, Los Valores Humanos y/o La Ciencia y La Tecnología, hasta que el peso de sus constructos sea insoportable para la casta de mandantes. Ejemplos sobran en la Historia de La Humanidad: baste mencionar la lucha por los derechos civiles y el fin de la intervención en Vietnam, en el propio corazón del imperialismo yanqui, la resistencia de las izquierdas chilenas ante Pinochet y la victoria de la democracia en aquel país -sin que sea perfecta, obviamente-, la caída del Muro de Berlín, el sostenimiento de la identidad del pueblo Saharahuí.  

Sería mucho más complicado y difícil de sostener que la casta de 1902 -entendida como los representantes de cierta forma y método  de organización del Estado y El Gobierno-  no proclamara de rodillas La República en aquellas condiciones concretas -dados los antecedentes y la intromisión americana que tan magníficamente nos relata Limia. No me sentiría yo en condiciones de cuestionar tal genuflexión de la casta en el poder organizado y manifiesto entonces, ciertamente, según los cánones americanos.  Pero también desde ese 20 de mayo de 1902, precisamente, esa República continuó pugnando por modificarse y recuperar el cauce de la utopía libertaria que eclosionara por vez primera en La Demajagua, continuara en Guáimaro, en los múltiples alzamiento del 95, en el 33. Nada de eso podría hacerse de golpe y porrazo ni por obra y gracia de personalidades históricas que la propaganda política suele confundir de líderes a redentores o especies de elegidos infalibles  ante los ojos, precisamente, de La Nación.  

Nación de rodillas hubiera sido si habláramos más inglés que español, si Yarini no hubiera abofeteado a aquel oficial por irrespetar a un veterano mambí, si Chano Pozo no hubiera determinado el rumbo del jazz con sus actuaciones en Nueva York, si la RCA Victor no se hubiera rendido a los pies de Benny Moré, si la obra de Julio Girona no se hubiera impuesto en las galerías de Nueva York, si el Bacardí no hubiera competido de tú a tú con sus mejores bebidas, si Carpentier no hubiera escrito en París y Lezama hubiera tenido que que ir a La Gran Manzana para encontrar inspiración. 

Porque mientras los americanos organizaban lo que, ciertamente, pudiera considerarse un sainete, una puesta acorde a sus intereses, el 20 de mayo de 1902, había miles de cubanos rezando a sus santos sincréticos, había trovadores cantando sus amores e ilusiones desde los cantos vaqueros de la llanura del Cauto y el vuelo del colibrí, había sabios sustentando antropológicamente nuestra identidad desde la yuca al ajiaco, había obreros tejiendo las bases de sus luchas desde el trapiche a los ómnibus fabricados en Guanajay, había incluso marxistas aun silenciosos -veintiún años tendría Agustín Martín Veloz, marxista, comunista y también practicante del espiritismo de cordón, no el de mesa... Mientras se arriaba la bandera americana, y se izada la de la estrella solitaria, había cubanos pensando en crear sus sociedades y empresas, en cómo organizarse para luchar por y defender sus intereses económicos, en sacudirse las camisas de fuerza y el tutelaje foráneo o clasista, del tipo que fuera. De otro modo: ¿Cómo llegamos a tener a un Villenas, un Mella, un Guiteras, un José Antonio Echavarría, un Frank País? ¿De dónde saldrían Guillen, Mañach, Marinello, Roa, Jesús Menéndez, Paquito Rosales, monseñor Carlos Manuel de Céspedes? No me vaya a decir nadie que por obra y gracia de la Internacional Comunista (Me perdonan la ironía, es mi dichoso ego, que se manifiesta como un espíritu burlón). 

El mismo Limia asegura que el Primero de Enero de 1959, en Santiago de Cuba, se escucharon  "mambises humillados, las mujeres relegadas y los negros masacrados; los cubanos dignos que vieron irse a bolina, entre el entreguismo y la corrupción, las esperanzas anidadas en los corazones cubanos desde el Grito del Demajagua".  Todos ellos, estimado, también eran La Nación Cubana que siempre se estuvo levantando a pesar de que la injerencia y las castas quisieran ponerla de rodillas

Si también la Nación Cubana se ha estado levantado desde 1959, al costo que varias generaciones de cubanos hemos estado pagando; si ha existido Nueva Trova, cine cubano crítico y comprometido con nuestras realidades, tribunas  anti-imperialistas, vacunas, misas multitudinarias ante tres Papas, constituciones desde la de Guáimaro hasta la actual, protestas ante los apagones o ante lo que sea y record guiness por la más multitudinaria rueda de casino ha sido, precisamente, porque esta Nación que somos todos, en cada una de las dimensiones de nuestra Cultura e Identidad, por mucho que nos presionen hacia abajo los intereses foráneos y nuestras deficiencias e imperfecciones, nunca ha sido puesta de rodillas...




viernes, 24 de mayo de 2024

Acerca de los hijos

En 1840 vio la luz Carlos Manuel de Céspedes y Céspedes. Alcanzó los grados de coronel del Ejército Libertador. Acompañaba a su padre cuando, desprotegido y aislado por órdenes de Cisneros Betancourt, fue abatido el prócer en San Lorenzo. Se exilió en Jamaica y luego regresó a Manzanillo donde murió humilde en 1915. 

Amado Oscar Céspedes y Céspedes fue capturado por los españoles en 1870. Llegaba en una expedición procedente de los Estados Unidos para integrarse al Ejército Libertador. Los españoles lo capturaron y quisieron usarlo para chantajear al Hombre de Mármol. Si cesaba su empeño libertador, perdonarían la vida de Oscar. La respuesta fue: "Oscar no es mi único hijo. Yo soy el Padre de todos los cubanos caídos por la Revolución". Por eso le llamamos El Padre de la Patria. 

Un segundo Oscar nació en los campos de Cuba Libre en 1870, fruto de un segundo matrimonio del prócer con Ana de Quesada. Murió pequeño por: "las inclemencias del tiempo y las fatigas de esos días en que, perseguidos sin cesar, marchábamos de un lado para otro, sin recursos de ninguna clase con que atender a su curación y salvarlo..." según contaría su madre con quien tuvo Céspedes también  mellizos de ambos sexos. 

El Padre de la Patria tuvo tres hijos más: Manuel y Carmen, con Cambula, quien confeccionara la bandera izada en La Demajagua, y Francisco Rodriguez, quien naciera de la relación con una campesina que lo atendió y cuidó en San Lorenzo, conocida como Panchita. Vivieron hasta las primeras décadas del siglo XX. Nunca se tuvo noticias de que usaran el prestigio de su padre para su beneficio personal. 

Cuentan que Antonio Maceo tuvo un solo hijo reconocido, nacido en Jamaica. No hay noticias de que Antonio Maceo Maryatt haya bebido jamás un trago de champán con algunos de los enemigos de la causa de su padre, ni españoles defensores de la corona, ni procedentes de la calaña anexionista norteamericana (eso, a pesar de que Estrada Palma lo protegió en una época), ni recorriera el mundo a costa del erario público, ni hiciera en Cuba lo que, para el común de los cubanos, estaba prohibido o era inalcanzable. Los veteranos le solicitaron a García Menocal un crédito para regalarle una casa en La Habana, pero el hijo de El Titán de Bronce sólo la aceptó a cambio de pagar el alquiler. Cuando murió, el hijo de Maceo, quien le despidió el duelo dijo: «Descanse en paz quien supo honrar la alcurnia patria, con una vida ejemplar de ciudadano»

De los 16 hijos que tuvo Máximo Gómez, casi la mitad murieron como resultado directo o indirecto de la guerra. Algunos de hambre y enfermedades en la manigua, como la primera, Margarita, Andrés y Clemencia. El último, Panchito, cayó al intentar el rescate del cuerpo de Maceo cerca  del Cacahual. Ninguno de los hijos de Gómez fue rico, ni heredó posesiones de su padre, ni tuvo cuentas en Wall Street o los bancos suizos, ni gozó de los placeres y privilegios de su tiempo con dinero público.

Quince días después de nacer José Francisco Martí Zayas-Bazán, su padre fue arrestado por las autoridades españoles por un discurso que pronunicó en el Liceo de Guanabacoa. Luego al Apóstol de la Independencia lo deportaron a España. Ya separados sus padres, Ismaelillo vería a Martí en Nueva York por última vez el 27 de agosto de 1891. No tuvo mucho tiempo presencial con El Maestro.

En 1897, José Francisco desembarca junto a Carlos Roloff en una expedición en pos de la guerra de independencia. Tenía sólo 18 años de edad. Terminó la contienda con los grados de capitán. De él escribió, Mañach: «Cuando salía de la adolescencia, se fue a la pelea mayor, la no fingida, respondiendo a su tierra y a su sangre. Pudoroso, no le reclamó nunca réditos de privilegio a su apellido insigne, ni lo llevó con vanidosos alardes. Más allá del verso, fue caballero intachable. Supo vivir puro, como su padre había querido. En la prosa de la vida, halló confirmación su bautismo poético».

Eventualmente en las redes, cualquier vocero o intelectual asalariado a los que llaman "activistas", hablan de zanjonistas y patriotas.  A todos los que no acatamos acríticamente la ideopolítica del gobierno, - socialdemócratas, demócratas cristianos, socialistas moderados, simples criticones de esquinas o muros-, nos tildan de ególatras, "cobardes centristas", confundios, apátridas o cualquier epíteto que se les ocurra. O sea, que en la meritocracia ideologizante institucionalizada de nuestra hermosa isla:  el anti-imperialismo, el afán de justicia social, y el amor a la Patria, es patrimonio exclusivo de los que le siguen la rima a cada representante de nuestro gobierno o partido, ya sea en el logro o en el más supremo disparate, y los demás somos "zanjonistas". Cabría preguntarse: ¿Cuál ha sido el costo de esa clasificación binaria para el compromiso patriótico de las nuevas generaciones? 

No puedo evitar comparar  los hijos de los próceres, aquellos que, en el contexto de la impronta de sus padres, tomaron su propio camino porque, ya lo dice el refrán, "los hijos se parecen más a su tiempo que a sus padres", con las nuevas generaciones de cubanos, y la proyección pública de los hijos y las hijas de muchos de los que nos llaman constantemente a un sacrificio y una entrega que no fueron capaces de inculcar a sus descendientes, y permiten desde la institucionalidad todo tipo de descalificaciones para sus críticos.

¡Qué interesante! Ocupados en sus epopeyas libertaria, ni Céspedes, ni Maceo, ni Gómez ni Martí debieron tener mucho tiempo para sus hijos sin embargo estos, a pesar de que tuvieron sus propios derroteros, fueron coherentes con las esencias de sus padres. ¿Por qué sería? ¿Acaso porque sus padres también, con su ejemplo, fueron coherentes con el sistema de valores por el cual lucharon y esa impronta es más contundente que cualquier llamamiento exhortación o discurso? ¡Quién sabe!

Está claro para mi que cada generación, tiene derecho a su propia Protesta de Baraguá y a cada generación la acosan sus zanjones. A los padres sólo nos queda brindarle las herramientas para que puedan orientarse según su propio sistema de valores. Nada convence más que la consecuencia emanada del ejemplo personal, no importa si tus hijos están en Cuba o a cualquier milla de distancia.



jueves, 23 de mayo de 2024

20 de Mayo, ya sin canciones.

 

¿República dependiente de los Estados Unidos la que se formalizó en 1902? Sí, sin dudas. Si una República es una forma de organización del Estado y de elección y ejercicio de su gobierno, entonces no es condición necesaria que sea totalmente independiente. 

¿Somos, al cabo de 122 años, totalmente  independientes? No, por favor: que si los rusos, los iraníes o los venezolanos no nos venden un poco de petróleo, enseguida estamos boqueando, nagües.

Que la Constitución de 1976 refrendó la integración política al bloque socialista y a "los hermanos soviéticos". ¿Generó compromisos, lazos, esa integración? ¿Generó deudas, algunas de las cuales, dicho sea de paso, aun estamos pagando? Claro que sí. 

¿Podía ser de otra manera dadas las circunstancias? No. Ni en 1902 ni en 1976.

La independencia total era -y sigue siendo- una aspiración. 

¿Estrada Palma pro-yanqui? Demasiadas evidencias indican que sí. Raúl Castro  siempre simpatizó con los soviéticos. El Che, no: era muy crítico con los bolos. El Che fue coherente con sus creencias y se fue a pelear y a morir a Bolivia. 

Blas Roca Calderius, impuesto como Patriota Insigne por el PCC a los manzanilleros por encima de Bartolomé Masó; Blas: el máximo líder comunista cubano al triunfo revolucionario, el que "le entregó" las riendas del Partido a Fidel, respondió hasta 1958 más a la Internacional controlada por los soviéticos que al Movimiento 26 de Julio. ¿Si o no? Y no es que yo lo haya leído. Es que mis abuelos, comunistas ambos, me contaron durante mi adolescencia como en 1957 ellos desobedecían al Partido Socialista Popular para apoyar a los miembros del 26 de julio. Y  conversé con viejos combatientes manzanilleros, de los que trabajaron y protegieron a Celia, que decían lo mismo.

¿Puede encerrarse por eso al PSP en el calificativo de "vergonzoso"? ¿Hay que soslayar, desconocer, el mérito de su militancia en la lucha popular contra Batista más allá de las posturas políticas de su dirigencia?

Han sido los pueblos jóvenes y en desventaja, siempre, objetos en pugnas para las potencias de los períodos históricos. 

Pero: ¿Acaso un presidente, cualquier alto dirigente o funcionario,  es la República en si mismo o la República es la elección que un conglomerado hace de su Estado y la forma de su gobierno?

Aquella constituyente de 1901 no fue un nido de anexionistas. Hubo lucha. Hubo confrontación  ideopolítica. Como la hubo cuando en Guáimaro se acordó la primera Constitución de Cuba Libre, como la hubo cuando Cisneros Betancourt se las arregló para que destituyeran a Céspedes. ¿O es que hemos sido -hemos atenernos a la idea de que somos- un pueblo de hombres enanos incapaces de confrontar sus ideas en conflicto, fácilmente manipulables por poderes al servicio extranjero, como marionetas? La imposición de la Emienda Platt no fue tarea expedita para los imperialistas y, si hubiera vergüenza por ello, sería para quienes pusieron sus egoísmos por encima  conscientes de que dañaban y traicionaban los propósitos de la insurrección. 

No somos un pueblo de marionetas impensantes. No lo fuimos en 1902 y tampoco lo somos ahora. ¿Y a quiénes les interesa mostrar que una República, una forma de organización del Estado cubano, se reduce a la postura ideopolítica de un presidente eventual -todos los presidentes son eventuales aunque algunos se aferren a la idea de que no- o su equipo de gobierno? ¿A quiénes les interesa confundir el acto formal de la constitución de la República con la República misma, que fue y es organismo vivo, cambiante, contradictorio, complejo, dialéctico? A los fanáticos que confunden las posturas clasistas con el odio a lo que no se acomoda a sus dogmas y verdades fundamentales. Los mismos que, en número significativo, cuando se les cierran las puertas a su parametración se van a Miami o a Europa, o a una esquina repartera de La Habana, a hablar de su decepción, a cuestionar que la nomenclatura no hizo exactamente lo que ellos pidieron. Son tan iguales a los otros que pretender atribuir  todos los males de la Cuba actual a la fecha del Primero de Enero de 1959. Son idénticos y, me atrevo a asegurar, en alguna etapa de sus vidas aquellos fueron estos.

La Patria no es monolítica, la nación no es monolítica ni una constante matemática y, por consiguiente, no puede ser monolítico el modo en que se manifieste su Estado ni se conduzca su gobierno, ni ha de aspirarse a que se acomode exactamente a nuestras simpatías. Ese modo es una complejísima variable. Como tampoco es sano para una sociedad mirar su Historia desde un sesgo ideopolítico que niegue la trascendencia de los hechos aun cuando los hechos no coincidan con lo que entendemos lo justo, o necesario, o lo que debió de ser.

Por eso es que el 20 de Mayo de 1902 hay que enseñarlo con todos sus matices en nuestras escuelas y universidades, no porque haya que contrarrestar tal o más cual campaña de los adversarios del gobierno o el sistema socio político sino porque a ese día se llegó por algo y para algo aunque no se alcanzara entonces y, dicho sea de paso, tampoco lo hayamos alcanzado ahora con todo lo que hemos avanzado como nación desde 1902 hasta acá . Hay que caracterizar a Estrada Palma con los mayores matices posibles: pro-yanqui, sí, que murió paupérrimo. Y a otros, que fueron muy nacionalistas y dejaron  herencias a sus descendientes: riqueza e influencia no ganada con el mérito personal. Porque los hombres y las mujeres relevantes no son ni sombras chinescas ni lumbreras eternas. Son eso: hombres y mujeres actuantes según las condiciones histórico-concretas en que vivieron.

Tendremos mejores jóvenes, jóvenes más capaces de razonar, de pensar por si mismo, de actuar y cambiar para bien la nación cuando quede en sus manos, cuando podamos, quienes le antecedemos,  enseñarle que ningún hecho histórico, ni sus participantes, son binarios. Cuando sustituyamos la adjetivación por el análisis comedido y equilibrado  en la enseñanza de la Historia, y su reflejo en los medios. Y a eso no puede llegarse con reducciones, sesgos y adjetivaciones ni, menos, con la lanza funesta de la picota ideologizante sobre los maestros que se atrevan...

miércoles, 22 de mayo de 2024

El 20 de mayo, una canción



Un buen tipo de nombre Israel,  poeta y babalawo matancero, dijo una vez delante de mi, hace como veinte años, que Te doy una canción "es la más perfecta composición de toda la trova cubana" porque logra un equilibrio entre "precisión formal, épica y belleza, que es el rasgo distintivo de la cancionística cubana". Otro poeta, su interlocutor -acaso yo era, soy, un entrometido- Julio Sánchez Chang replicó que "probablemente exageras y absolutizas pero tampoco tengo como refutarte". 

Julio Sánchez, antes de morir, antologó un libro llamado Flor de la Guerra con poemas de quienes se batieron en nuestras  contiendas del siglo XIX. La mayoría de ellos sacrificó sus familias y bienes, se fueron a la manigua y, de entre el sudor de las bestias, la sangre, el hedor de la muerte, sacaron hermosos versos. 

 El libro se lo regalé a La Caro cuando cumplió sus quince inviernos. No sé qué le habrá parecido a ella.  A mi me enseñó que toda la épica libertaria cubana ha sido fuerza y espíritu de lo hermoso, sensible luz en combate contra las tinieblas, imperfecta determinación de ser libres con las manos de tocar la guitarra, "con las mismas de matar". 

Fue esa épica, "como un disparo, como un libro, una palabra, una guerrilla",  precisamente, la que condujo a una fecha como el 20 de mayo. Fue desde que La Bayamesa, la canción que Céspedes, Fornaris y del Castillo regalaran a Luz Vazquez, se convirtiera en símbolo de la rebeldía de una nación fundada sobre el amor y la entrega, y los besos, y el fuego,  el alarido...

¿Cómo puede, entonces, el periodista del Noticiero de Televisión, tildar de vergonzosa la fecha del 20 de mayo? ¿Cómo pudo su jefe de redacción permitírselo? ¿Cómo el director general del noticiero lo transmitió así, tan tranquilamente? Quizás sólo porque son todos ellos el resultado exiguo y reducido a nuestro sistema educacional. El mismo sistema que, en sus instituciones, ponen algunas canciones de Silvio -y, antes, ponían a Pablo- solo cuando hay actos políticos, que ellos consideran actos muy revolucionarios, con niños y niñas uniformados como legionarios que, si piensan, deben pensar primero en obedecer. 


Un libro como Flor de la Guerra debería formar parte, aunque fuera como complemento extracurricular, del programa de enseñanza de la literatura en Cuba. Y Te Doy una Canción tanto como Longina, La Tarde, La Bayamesa, Yolanda, Contigo en la Distancia, El Colibrí, La Lupe, Palabras, Si me falta tu sonrisa... Y tantas otras deberían poderse escuchar cada mañana en cada escuela: una canción trovadorezca cubana, una canción de amor -porque sospecho que todas, aun las más filosóficas, son de amor- durante el camino de las niñas y los niños a las aulas. Así se contribuiría a entender a los hombres y las mujeres que lucharon por nuestra independencia, a no estigmatizarlos desde la interpretación reduccionista que los medios -o sea: los ideólogos del Partido- hacen y tratan de imponer acerca de los  actos y hechos resultantes, -imperfectos, sí, e inacabados como suele ser todo lo humano- de la circunstancia de aquellos héroes y heroínas, de sus amores y odios, de sus rebeldías y rezagos, de sus temeridad y miedos, aciertos y equivocaciones. Probablemente así habría menos periodistas y menos ideólogos conformes con repetir, tal papagayos de zoológico seudoclasista, que el 20 de Mayo es una fecha vergonzosa para la Patria. ¡No lo es! No podría serla, con todo y la Emienda Platt, vista la constitución de La República como el colofón de tantos versos ensangrentadas en la manigua... 




martes, 21 de mayo de 2024

Reflexiones de un 20 de Mayo a la luz de luna

 Por: Armando Fernández.


En el año 27 a.n.e.  Augusto fijó el precio de la libra de oro en 45 monedas aureas.

En el 337 de n.e. Constantino modificó el precio hasta las 70 por libra.

La moneda se habia devaluado en 364 años 1.55 veces.

En 1257, el imperio britanico valoró la onza de oro en 0.89 libras esterlinas.

En 1944, sus majestades se postraron ante el nuevo imperio con 4.25 libras la onza.

En 687 años la libra esterlina se habia devaluado 4.78 veces.

El nuevo imperio fijó el oro a 35 dolar la onza en 1944.

Ochenta años después, la onza de oro está a 2425.20. Se ha devaluado 70 veces.

Han saqueado al mundo democraticamente, en estado de derecho, con division de poderes, con multipartidismo, prensa libre, etc. Motivos suficientes para que todos queramos tener muchos dolares. 

Cosa que descubri en mi niñes leyendo Mecanica Popular: ¡Compre una concretera y haga mucho dinero! Ahora soy un humilde jubilado porque no le hice caso a aquel anuncio.

Pero quien mas provecho sacó y ama mas el usd, según la revista Forbes, ha sido Bernard Arnault   ciudadano que disfruta de un Patrimonio neto de 215 300 000 000 USD, acumulado todo honrada y legalmente, lo que le ha supuesto el respeto y la admiracion hasta de aquellos que ganan salario minimo de 15 usd la hora (laborable).

Si Mister Bernard hubiera trabajado cada hora de sus 70 años de vida el ingreso necesario para acumular su patrimonio fuera de 327 702 por hora. Algo superior al salario mínimo federal de 7.25 que muchos legisladores se niegan a subir. No importa que sea visible cierta diferencia con el Mister Bernard.

Tropicalizando el tema, nuestros genios criollos del ministerio de ordenamiento depreciaron el cup de 25 a 400 en 4 años. Niños de teta comparados con los ejemplos anteriores pero con el agravante de ser teta de vaca horra: vaca que no produce leche en un lapso de tiempo. 




domingo, 19 de mayo de 2024

De fascismo y otros demonios

 Leí mi primer libro sobre historia política a los once años. Me lo regaló mi tío Ramón, el Seguroso que, cuando la Causa No 1, lo mandaron de roletazo, de trabajar como radista estrella de la inteligencia cubana, a reparar líneas de teléfonos en una estación de la policía de La Habana Vieja. Él, como tantos otros, no tuvo que ver absolutamente nada con Arnaldo Ochoa ni los hermanos De La Guardia pero ya se había declarado que los combatientes del Ministerio del Interior debían ser mirlos blancos, y tocaba guardia vieja. 

Aquel libro se llama Fascismo, nazismo y falangismo, escrito por Alejandro Galkin que, la verdad sea dicha, nunca me ocupé de averiguar quién sería. A los once años, por precoz que uno haya sido -que tampoco lo fui tanto- uno no logra entender un libro  como ese, sobre todo, porque aun no había leído a los escolásticos, ni a  Niestche, ni La Ideología Alemana ni Anti-Düring, ni a Ortega y Gasset. Pero si mi tío: el que viajaba el mundo y regresaba a enseñarme telegrafía y a regalarme una pistola lúger de juguete; el que llegaba de madrugada, le entregaba la pistola -la de verdad: makarov- a mi abuela Carolina para que se la guardara bajo llave dentro del escaparate, sacaba una botella de Flor de Caña -un excelente ron nicaragüense- o de coñac y se sentaba a jugar dominó con mis tio-abuelos bodegueros hasta el siguiente amanecer sin que la bebida lo derrumbara... Si ese tío me regalaba un libro habría que leerlo. 

He pensado, en retrospectiva, que mi tío me regaló, precisamente, ese libro por la pistola de juguete. Lúger era la marca del arma de reglamento de los oficiales de la wehrmacht -la que se encasquilló en La Lista de Schindler y le salvó la vida al rabino,  lo era- y mi padre, que era un lector compulsivo de la historia de la Segunda Guerra Mundial, enseguida se lo hizo notar. Entonces yo debí preguntar quiénes eran los nazis y... Por ahí debió venir la cosa... 

¿Cómo distinguir el fascismo -sus manifestaciones nacionales como el nazismo y el falangismo- de otros extremismos políticos basados en la manipulación de las masas coincidentes o no en una circunstancia histórica concreta? Es difícil. Confieso que a mi se me confunde. ¿Qué diferencia hay  -para una madre, por ejemplo- entre el asesinato de adolescentes judíos o colombianos, o salvadoreños que no quieren ser reclutados?

¿Se puede deslindar, en esencia, la barbarie de las SS contra la aldea ucraniana -contada por la película Ve y Mira-   de la colectivización forzosa? Me pregunté muchos años después porque, a mis once años, yo estaba convencido, al leer a Boris Polevoi y las Memorias y Meditaciones, del mariscal Zhukov, editadas en La Habana, de que los soviéticos eran la encarnación del bien y el mundo justo.

Unos años después, en una de las vacaciones de mi pre universitario, leí La Hora 25, la novela de Constant Virgil Georghui, que cuenta la historia de un campesino rumano a vaivén entre los horrores en pugna durante la Segunda Guerra Mundial. Ese mismo verano pasé por Las Aventuras de Werner Holt, escritas por Dieter Noll. Al completar la lectura de uno de sus últimos capítulos, en el cual Wolzow, el mejor amigo de Holt convertido en fanático SS, se bate hasta el delirio contra los tanques soviéticos, comprendí la esencia del fascismo: el fascismo es un régimen, un sistema ideopolítico, que nos hace manifestarnos según lo peor de nosotros mismos, nos pone al límite de nuestros instintos más salvajes bajo la noción engañosa, terriblemente chovinista, de una supuesta superioridad grupal. Cualquier régimen socio político que se proponga encaminarnos hacia la solidaridad, el respeto a la diversidad, el amor al prójimo, no es fascismo aunque, eventualmente, se equivoque y se le asemeje. Quedaría deslindar, entonces, entre demagogia y honradez en las narrativas.

Toda noción de pueblo elegido, por encima del bien y del mal; toda noción de ascendencia sobre los demás, es potencialmente favorecedora de la ideología fascista. Todo el que no  solo no es capaz de ponerse en el lugar del sufrido,  sino tampoco de entender la postura del que está en desventaja,  del que no tuvo ni tendrá las mismas oportunidades y, de contra, manipula y usa esa precariedad a favor de sus ambiciones y delirios de sometimiento masivo: ese es un fascista en potencia y sólo necesita determinadas condiciones histórico concretas para manifestarse. Eso fueron Hitler, Franco, Mussolini y -durante mi adolescencia creí que no pero sí-  también Iosef Stalin. 

 Lo más parecido -acaso lo mismo- a un fascista es un autodenominado comunista convencido de que el único modo de prevalecer es exterminar a su adversario. No estoy hablando del homicidio del prójimo como resultante de acciones defensivas, o de la destrucción como último recurso, así como José Martí concibió La Guerra Necesaria de los cubanos contra la demoninación española, convencido-y adolorido por eso- de que el poder hispano no dejaba otra opción. Estoy hablando del exterminio, como método, sin distinción ni empatía por la condición humana. Exterminio ya sea por la acción destructiva de la bala o la acción lesiva del hambre y la falta de oportunidades de realización personal.

El político fascista te hace  resonar acorde a sus ambiciones y egoísmos. Te vuelve partícipe de sus manías, sus obsesiones. Usa tu empatía a favor de su mierda. Se las arregla para que los dispenses por sus odios y delirios de grandeza. Usa todos los recursos a su alcance para secuestrarnos la esperanza y llevarte a los predios de sus propósitos. Te trata como prescindible caudal en los raudales de su ego. Te relativiza al punto de negar toda evidencia. ¿Acaso Hitler no recuperó la esperanza para el derrotado pueblo alemán después de la Primera Guerra Mundial? La recuperó, al punto, de que ninguna de las presuntas mujeres violadas en 1945 por soldados soviéticos, siquiera sospecharon que su amado führer las expondría a tal humillación. 

Aquel que mejor manipule la esperanza, será el ganador. Trump lo sabe. Milei también. Pero hay mucha gente inteligente e informada en este mundo que no lo sabe y, lo peor, cree que sabe y les hace el juego como el caballo a los cochinos de Rebelión en la Granja.

A los veinticinco años, yo ya sabía que los desposeídos somos carne de cañón, peones sacrificables, cualquiera que sea la postura política que proclame el poder y que todos somos manipulables, inmersos en la masa, -ya me lo habían enseñado Ortega y Gasset, Leswell, Goebell. Últimamente he aprendido que la manipulación es tal que muchos -acaso la mayoría votante de un pueblo- seremos incapaces de distinguir al diablo hasta que veamos el humo acre del crematorio de Austwitch. Es en ese punto donde el ideal decimonónico de democracia se acerca a la utopía, en este siglo XXI de redes sociales y confusiones...

(A lo mejor me da por seguir desarrollando estas ideas, y les hago otra entrega...)


viernes, 17 de mayo de 2024

Diálogo al amanecer

Por: Armando Fernández.


(despues de una noche calurosa, sin luz y con mosquitos)


Suena el despertador. La Doña se mueve en la cama. Luego de una pausa, y a cámara lenta, se sienta y logra entreabrir los parpados. Ha sido una de esas noches calidas, con mosquitos, sin luz desde las 8 pm hasta las 5 am.

Tambien me incorporo. ¿Cómo te sientes? le pregunto por inercia.

- "Ripiá" -me contesta y agacha la cabeza.

Terco en mis formas le digo: 

- Una revolucionaria nunca esta "ripiá".

- No soy revolucionaria -me dice sin un atisbo de emoción:

- ¿Eso por qué?

- Ya no hay Revolución. Sólo en la tv.

Me quedé pensativo. 

Desayunamos. 

Se va para su trabajo sobre su su bici. Son siete kilómetros a pleno sol. Apenas se marcha, cortan  de nuevo la electricidad. Cuando regrese tampoco habrá luz ni revolución energética.

Llueve en Houston y Rio grande do sul. 

Aqui llueven carencias. Agua, no; hasta el lunes.

En mi niñez habia mamertos, muñecos de plastilina y narices.

Ahora tambien: con vientres y papadas...




martes, 14 de mayo de 2024

Descuento

 Escribir sobre mis vivencias como cubano, va dejando de tener sentido y se encamina cada vez más hacia lo fatuo, lo intrascendente. Uno se da cuenta no sólo al reconocerse en la torpeza estilística de iniciar un párrafo con un infinitivo sino, y sobre todo, por esa sensación de estar inexorablemente sobre la noria.  Y no vaya a creer usted que no existan propuestas de debates sobre profundas y estratégicas temáticas lo mismo que cacareos acerca de los más anoréxicos asuntos. Existen, claro. 

Las últimas semanas, por sólo poner un ejemplo, vimos en las redes el comienzo y final no de una verde mañana, como la canción de Pablo, sino de una campaña ridícula, previsible, contra El Toque, una web magnificada por la plata de los centros de poder adversos al gobierno cubano combinados con el ya sempiterno victimismo de quienes llevan los hilos de la propaganda política desde el PCC. Más allá del resultado concreto: el dólar y el euro han sostenido su ascenso y ya llegan a los 400 CUP,  lo terriblemente aburrido en este caso -como en casi todos, últimamente, en la tierra de liborio- es que todos estamos montados sobre la diabólica noria del inmovilidad, incluso, los que creen honradamente que El Toque induce a la inflación, y soslayar -por fanatismo y/o conveniencia- el componente de responsabilidad propia -gubernamental y política- en la debacle económica.

Cansinos, la verdad. Muy cansinos y redundantes. Para lo único que sirven ridículos como la campaña contra El Toque -al menos desde mi punto de vista- es para desarrollar un poco de empatía por ciertos hatter que insisten en traer su mala hiel a nuestro forun. Se entiende un poco la mala leche de quienes, gozosos primero sobre la noria, al quedar sin las prebendas de su posición otorgada antes por el mismo sistema del que ahora reniegan, se narcotizaron de tedio y decepción cuando perdieron, o les quitaron, la canalita. Y la empatía, en este caso, conduce a una extraña sensación de lástima y náusea. Porque ya ni siquiera el ridículo sirve para demostrar la obsolescencia de los métodos de los llamados cibercombatientes porque la estupidez es tan evidente que no necesita ser demostrada. 

El 11 de julio de 2021, cuando vi en Manzanillo a una joven madre flaca, mestiza,  pobre,  cargar a palos y pedradas contra otra madre,  flaca, mestiza, pobre supe que La Revolución exhalaba el último estertor. Supe que los enemigos de la utopía habían vencido con la complicidad de quienes no entendieron a tiempo, o no les era dado entender, que los sueños tienen un límite para la concreción, la materialización, antes de convertirse en pesadilla recurrente. Y la pesadilla recurrente es que, muerta La Revolución girante sobre si misma y sin despegue, Cuba también ha comenzado a morir. 

Y no sólo porque nuestra población decrezca, cada vez menos jóvenes defiendan sus proyectos de vida en su Patria, se devalorice la decencia o se reniegue cotidianamente de valores identitarios, que ya todo eso sería gravísimo. Cuba se nos muere porque como nación -nación más que sistema socio político, nación como cultura en su más diversa y compleja acepción-, enquistado el poder en consignas, redundancias y oportunismos disfrazados de convicciones, nos estamos reduciendo masivamente a la brutal sobrevivencia cotidiana, precaria que no primitiva, del sálvese quien pueda. 

El tiempo va dejando de ser una variable crítica. El cronómetro ha comenzado a descontar para la Nación Cubana. Sencilla y llanamente: el tiempo está dejando de ser. No hay esperanza, por hermosa y sólida que sea, que sobreviva la sordera irreversible. 

No voy a mencionar culpables ni a convertir estas letras en pasto de egos y vendetas. Cada cual dicte su sentencia que ya estamos en descuento.  





martes, 7 de mayo de 2024

La espiral de la disfunción.

"Ojalá nunca tengas la mala suerte de que un Pocket Card (dispositivo terminal portatil de cobro) de carga de FINCIMEX falle y te vacíe el saldo de la tarjeta prepago del combustible", me había advertido el jefe de operaciones de una empresa homóloga a la mía. Se trata de uno de esos accidentes que uno creería que nunca le va a pasar -como que se te quede trabada la tarjeta magnética en un cajero automático a las 12 de la noche o que ETECSA o la UNE te corten el servicio por un error... De ellos- pero que, cuando te pasan, te confirman lo mal configurados que están los servicios esenciales en este país, y la poca importancia real que le da el gobierno a resolver esos problemas, si nos atenemos a la incapacidad de ser efectivos en su resolución.

El procedimiento parece sencillo: abres una cuenta empresarial de prepago en FINCIMEX, le pones una cantidad de dinero, solicitas una o varias tarjetas magnéticas y le adjudicas un determinado saldo con el cual podrás pagar el combustible en cualquier servicentro del país. Sin lío... ¡Pues no! ¡Con lío! Con lío cuando un día el dispositivo del servicentro, por un problema de soporte de CUPET, falla y te "chupa" el saldo. Entonces el jefe de turno te debe de dar una carta que certifique el fallo -lo cual ya puede ser el primer problema si el tipo no está de humor, o no tiene impresora-, luego debes ir a FINCIMEX -no importa si el inmueble está a 40 kilómetros de donde te "chuparon" el saldo-, hacer una cola que puede durar todo el día -ya la de esta vivencia lleva tres horas y media- y, si no te pones pesado y no le falta algún requisito a la carta, FINCIMEX se toma su tiempo a discrecionalidad para rectificar el error. Tu tiempo como cliente y el costo de resolver un problema que ni tú ni tu empresa provocaron, del cual son víctimas, no le importa al gobierno ni al ministerio ni a ninguno de los que se dicen servidores públicos, ni mucho menos a los funcionarios y expertos del banco que deberían ocuparse de que no sucedieran tales dislates. Y la evidencia de que no les importa es que una y otra vez se repiten errores como ese, y no pasa nada. 

Lo peor, y más irónico, es cuando el pocket que te roba el saldo es cualquiera de los existentes en la mismísima estación de carga de FINCIMEX. O sea, no es el problema de un cliente -CUPET, cuando el error se produce en un servicentro- sino el de una estructura del mismo Banco Financiero del CIMEX. Su pocket te chupa el saldo y, la misma entidad a la que pertenece ese pocket, te obliga a hacer una cola que no avanza, a perder lo menos un día de trabajo para rectificar la barahúnda que ellos mismos armaron por no detectar a tiempo un equipo defectuoso.

Podrá reunirse un millón de veces el Consejo de Ministros, podrá El Presidente del país lograr los contratos más ventajosos lo mismo con los rusos que con los Caballeros Yedi, podrán -en el más fantasioso de los casos- los americanos quitar el bloqueo y darnos la condición de nación económicamente más favorecidas... Que si uno tiene que pasarse un día entero en una cola para que un banco como FINCIMEX rectifique un mal funcionamiento de ellos mismos, que le causa a tu empresa prejuicios serios como cliente suyo, este país jamás va a salir del subdesarrollo y la precariedad. Y este modelo socioeconómico seguirá cayendo en una espiral indefendible de disfuncionalidad.

Mientras haya entidades como FINCIMEX -esenciales para el normal desenvolvimiento económico de la nación- puestas, por obra y gracia de la nomenclatura político-administrativa, por encima de cualquier escrutinio ciudadano y funcionen como monopolios sin competencia ni alternativa, este país seguirá en espiral descendente hacia la bancarrota aun cuando la hostilidad externa desaparezca por completo.

Porque es el secuestro del tiempo de la ciudadanía -dígase el pueblo, si se quiere-, debido a la brutal ineficacia de estos monopolios como FINCIMEX o ETECSA, por poner otro ejemplo, el impedimento mayor para nuestro desarrollo. Y uno de los argumentos más convincentes y prácticos de que nuestro sistema, en el cual un monopolios estatal rige las actividades que se creen o en verdad son fundamentales, no funciona: es obsoleto. 

Luego de perdida la batalla económica, la acumulación sostenida, multiplicada, masiva e indetenible de malestares como éste,  está haciendo que el proyecto denominado Revolución Cubana esté perdiendo la batalla ideopolítica.

 (Dicho así, sin lubricantes, soy consciente de que la oración atraerá a los legionarios de las descalificaciones, las falacias, asalariados o amateurs, de la nomenclatura).  

Pero: ¿Qué superioridad sobre el capitalismo hay en la ineficiencia, la precariedad de los servicios convertida ya en un problema antropológico y la justificación de esos males desde una prensa que hace cada vez menos periodismo y más propaganda politiquera? 

Ningun propósito noble puede sustentarse sobre la incapacidad de funcionar correctamente, el dolo, la procrastinación, en sectores tan importantes como las finanzas, las energías, la industria pesada... 

El encono, no de un pueblo sino de una estructura burocrática que parece funcionar solo para si misma, cuyo cometido cada vez más se aleja de su razón esencial, aquella proclamada "Revolución con los humildes, por los humildes y para los humildes". El encono basado en formas más o menos sutiles de manipulación o represión, no nos va a sacar del atolladero. El encono no como determinación de lucha por lo que se ama o por lo que se cree, ni por el camino de la coherencia con lo proclamado, sino como aferramiento de los mismos a las mismas obsolescencias, los mismos ensayos que una y otra vez conducen al fracaso. El encono como la incapacidad de cambiar a tiempo y resolver, o por lo menos ponerse en el camino de solventar, los problemas más graves por los que atravesamos. El encono se está revelando como la principal causa de nuestras desgracias. Y ese encono no le toca ni a Putin ni a Biden rectificarlo  y encausarlo por el camino del progreso...



viernes, 3 de mayo de 2024

Bayamo: paradojas y contrastes

 En Bayamo, cuna de la nacionalidad cubana, hay un restaurante que ostenta cierto lujo. Sus emprendedores hacen alarde de postmodernidad. Para leer la carta menú captas  un código QR de lo más chulo, y accedes a un sitio web que te desglosa los platos, con imágenes y otras especificidades de los mismos. Llego la única noche -de las ocho que estuve últimamente- en que hay apagón en el centro histórico urbano bayamés. Como tienen planta eléctrica, pueden continuar prestando servicios. Son los únicos por los alrededores. Y los más caros. 

He estado todo el día, y parte de la noche, en un barrio llamado El Almirante,  luchando con un camión roto a unos 7 kms del restaurante.

 No tengo opción. Entro. Una bealdad, sumamente amable, me entrega el dispositivo con el código QR. Reviso el menú. Como había sospechado, los platos principales cuestan más de mil CUP. Estoy decidiendo entre pagarlo o dormir con el hambre acumulada tras una jornada de intenso trabajo y tensiones cuando ¡albricias! aparece un plato que vale 750 CUP que puedo costear con mis viáticos. 

Me relajo y me pongo a observar la ambientación del salón mientras otra mesera -también sumamente hermosa- sale con mi pedido a lo que supongo la cocina. Hay fotografías de trovadores, entre ellas, de Sindo Garay, el legendario juglar que vivió y fue sepultado en esta ciudad. También hay imágenes de lugares emblemáticos por su carga de historia. Pienso que los dueños, o gerentes, deben ser amantes o conocedores del simbolismo abrazado a la otrora villa de San Salvador. 

Entonces conecto con el ambiente sonoro: los regaños a un niñito travieso que insiste en correr por el salón, una familia que comparte anécdotas, la balada, de uno de esos artistas españoles, o latinos, que supongo por mi edad soy incapaz de distinguir uno de otro... Es agradable, la balada. La letra no dice nada distintivo o que me haga pensar pero: ¡¿Quién rayos va a un restaurante a pensar!? 

Para quien no se involucre, la vida en el barrio El Almirante parece transcurrir con aquella placidez que se sugería con las láminas del libro de historia de primaria, aquel por el cual estudiamos mi generación, donde veíamos a los taínos confeccionar el casabe, celebrar areíto y cazar con tranquilidad paradisíaca. Aun recuerdo aquella lámina con una familia de aborígenes, cada cual en lo suyo, alrededor de un bohío, como si el imaginario cronista los hubiera captado antes de que Diego Velázquez y Pánfilo de Narvaez llegarán a fastidiarles la felicidad. 

Pero los pobladores del suburbio bayamés viven muy distantes de la tranquilidad. Su problema mayor es el abasto de agua, con todo y que en sus predios se encuentran las estaciones de bombeo de las cuales depende la ciudad, y su mayor empeño es el desarrollo por iniciativa privada de producciones artesanales de alfarería. Sus hornos pudieran considerarse de museo pues son similares a los usados por nuestros antepasados hace un milenio. 

A la falta de agua potable se le suma la sequía en la zona, persistente esta primavera, que, combinada con las calles y trillos sin pavimentar, hacen que el polvo sea dueño y señor del ambiente, el sol castigue y mortifiquen los insectos llegados de quien sabe donde. 

Aquí se vive sin bulla. Sin esos alardes sonoros propios de las grandes urbanizaciones como Centro Habana o el Versalles de Santiago de Cuba. Al compás de las aves, la leña en los hornos crepita subrepticia y coce la tierra que se convertirá en casas, inmuebles para negocios, escuelas en cualquier lugar adonde sus gestores de venta lleguen con los ladrillos y mosaicos. Sólo se escucha la radio -Radio Bayamo, preferiblemente y alguna vez escuché a Rebelde-, y la música de alguna bocina portátil con fusiones y reguetones. O el audio -cada vez más habitual y descarado- de algun YouTuber  de Miami profiriendo que si dictadura o libertad... 



Algunos reflexionamos dentro de la soledad espiritual de un salón de restaurante ambientado, como debería ser en una ciudad llamada cuna de la nacionalidad: quién sabe si las paredes pintadas con esmero, ambientadas con gusto identitario, del restaurante de relativo lujo donde ahora mastico y trago el plato menos caro que encontré... 

Levanto la vista para pedir la cuenta. Conecto con la realidad de la hermosa figura de la mesera y vuelvo al entorno con todos los sentidos. Entonces escucho los primeros acordes de Ojalá, la archifamosa canción de Silvio, y, justo cuando voy a celebrar la coherencia, una mano pulsa un botón, o un íncono, y la salta sin dejar que llegue el segundo verso. "¿Por qué la saltan? Está muy mal que la salten en un lugar donde la foto de Sindo Garay casi franquea la entrada", le digo a la mesera. Ella no entiende. Me entrega la nota con su mirada constante, su sonrisa perfecta, mirada y sonrisa que allí mismo se revelan falsas, importadas, y que me perseguirán los siguientes días en los diversos lugares del Centro Histórico Urbano del Bayamo paradójico y contrastante donde, bajo el ceño de Sindo sumido en su rincón, alguien también salta El Breve espacio en que no estás, la canción de Pablo preferida por mi madre para poner la enésima versión de Despacito. 

...Quien sabe si estas paredes, y todas las paredes de la Cuna de la Nacionalidad,  han sido forjadas desde hace siglos en hornos como los que he visto  en la tarde en El Almirante, por similares manos laboriosas criadas por madrazas como la abuela que acoge a los chóferes durante los días de odisea técnica, y cada mediodía nos conmina a compartir el almuerzo de su familia, con una apasionada solidaridad propia de tiempos y valores que uno creía perdidos en este país. 

En El Almirante se comparte sin ambagues ni poses, como el acto más natural del universo, aunque sospecho que ninguno de ellos -ni menos la abuela solidaria- llegará por si misma a comer ni siquiera el plato más barato en este restaurante de relativo lujo mientras arrulla La Tarde aprendida de sus propios abuelos, sin saber, seguramente, que esa foto que le mira es la del hombre autoalfabetizado que escribió uno de los más bellos homenajes que se le hiciera jamás a la mujer bayamesa y que yo no escuché jamás en nueve días, en ninguno de los sitios por los que anduve...