Por: Alexis Díaz Pimienta.
(para Martín Perilla y Alejandro Arango)
Es domingo de elecciones
en Bogotá. Llueve. Hay frío.
El Magdalena es un río
que arrastra muchas pasiones.
Vine a compartir canciones
y a dar un curso especial
sobre poesía oral
(con teatral contenido)
Y mi estancia ha coincidido
con el pleito electoral.
No ha dejado de llover
sobre el suelo bogotano.
¿Símbolo del llanto humano?
¿El cielo invita a leer
la lucha por el poder
desde el dolor de la gente?
En Colombia está el ambiente
caldeado, gris, dividido.
Y hoy a las urnas han ido
para elegir presidente.
Yo abandono hoy el Hotel
donde he estado dos semanas.
Oigo doblar las campanas
políticas desde él.
Desayuno sin mantel,
sobre mesa de granito,
mientras Colombia da un grito
(o dos o varios) buscando
que la vida tome el mando,
que soñar no sea un delito.
Un grito que es escuchado
por todos los comensales.
Por la leche con cereales
y el arroz recalentado.
Los huevos se han enterado.
Y el pan, el queso, el jamón.
La papaya y el melón.
La piña y la mantequilla.
Se ha enterado hasta mi silla.
Tanta es la crispación.
En el hotel, en la calle,
en la Bogotá lluviosa,
no se habla de otra cosa
en general y en detalle.
No hay colombiano que halle
y no lo halle preocupado. Preocupado o asustado.
O decepcionado incluso..
Yo no quiero ser intruso
y me mantengo callado.
O callado no, curioso, expectante, pensativo.
Es un día decisivo,
delicado, peligroso.
Hay más de un pecho nervioso.
Más de una mente intranquila.
Toda Colombia destila preocupación ciudadana.
¿Qué pasa si Petro gana?
¿La democracia aniquila?
¿Qué pasa si el candidato Rodolfo es el ganador?
¿Será un Donald Trump peor?
¿Sufrirán con su mandato?
Cada encuesta, cada dato,
divide más a la gente.
¿Ingeniero y presidente?
¿Petro es Chávez disfrazado?
¿Presidente y mal hablado?
¿Petro es la izquierda insurgente?
En los Uber, en los taxis,
en las universidades,
en el campo, en las ciudades,
con diferentes sintaxis,
exista o no profilaxis,
llueven voces y opiniones.
Difíciles elecciones
en un país tan complejo.
¿El exguerrillero? ¿El viejo?
¿La decencia o los millones?
Yo sigo desayunando
y la vez sigo en directo
las elecciones. Me inyecto
de actualidad masticando.
Hoy tengo amigos votando.
Hoy tengo amigos nerviosos.
Hoy tengo amigos juiciosos
que se declaran petristas
O incluso, anti-rodolfistas,
se llaman anti-mafiosos.
Porque en las últimas fechas
lo cierto es que el tal Rodolfo
ha probado ser un golfo
lleno de frases mal hechas.
Él mismo se tira flechas.
Él mismo se da pedradas.
“¿Pero dónde está Vichada?”
“Que paguen los hombrecitos” “Son fábricas de chinitos”
En fin, todo. Es decir, nada.
Salgo del hotel. Martín
Perilla viene a buscarme.
Ya escampó. No he de mojarme.
Bogotá no es Medellín.
Hay tráfico. Hay gran trajín de carros, motos, personas.
Mi amigo trae las neuronas
asustadas tras su voto.
¿Colombia es un país roto?
¿Hecho pedazos por zonas?
Observo a los transeúntes
que me pasan por el lado.
Ay, ¿por quién habrán votado?
Es mejor que ni preguntes.
Cuenta, pero no barruntes.
Escribe, pero no digas.
Reza, pero no bendigas.
Todo huele a desazón.
Incertidumbre. Presión.
Las urnas llenas de intrigas.
Recogemos a Alejito
Arango, y llega angustiado.
Nos dice que ya ha votado
y que está un poco contrito.
Ahora hace calor. Maldito
este clima bipolar.
Yo los dejo conversar.
Los observo. Pienso. Escribo.
Colombia luchando en vivo.
Y otra vez a lloviznar.
La vista ahora se me pierde
entre unas motos bravías.
Me dicen: “son policías”
y la desazón los muerde.
Uno vestido de verde
Y otro de negro. “¿Que son!?”
“Antidisturbios”. “¿Perdón?”
Y les llaman “matrimonio”.
Me sorprende el testimonio.
¿Disturbios tras la elección?
Preocupante situación.
El ambiente es tan incierto
que temo por mi aeropuerto
y me regreso y mi avión.
¿Habrá revueltas? ¿Acción?
¿Petristas o rodolfistas?
Por si acaso, con aristas
de viajero preocupado
me iré temprano a El Dorado,
camuflado entre turistas.
Me voy, Bogotá, feliz
de haberte visto de nuevo.
Te debo versos. Le debo
más cosas a este país.
Ojalá acabe este gris
período electoral.
Ojalá no acabe mal
la jornada ¡y que no llueva!
Y que no pase la prueba
la guardia “matrimonial”.
Vine por un diplomado
(Universidad del Bosque)
y ojalá que nada embosque
lo bien que la hemos pasado.
Voy a ver el resultado
antes, por televisión.
Me llevo una sensación
rara, extraña, diferente.
¿Quién va a ser el presidente cuando acabe la elección?
Son elecciones históricas.
Son elecciones histéricas.
Son elecciones quiméricas.
Son elecciones pletóricas.
Elecciones alegóricas.
Elecciones de aire urgente.
Y mientras miro el ambiente
y no y quizás, tal vez, sí…
Enciendo la tele y…
¡Petro electo presidente!
Mis dos jóvenes amigos
saltan felices, eufóricos.
¡Síiiii! Son momentos históricos
y estamos siendo testigos.
Se abren todos los postigos
del entusiasmo. Cantamos.
Hacemos fotos. Gritamos.
Llueve. Hace frío. ¡Da igual!
¡Qué jornada electoral!
Y Francia grita: ¡GANAMOS!
Francia y Petro. Petro y Francia.
Once millones de votos.
Vítores. Banderas. Fotos.
Vejez. Adultez. Infancia.
Francia y Petro. Petro y Francia.
Colombia a todo color.
Sacando fuerza interior
grita el pueblo jubiloso:
¡Vamos a vivir sabroso!
¡Vamos a dormir mejor!
Mi crónica bogotana
es la más larga que he escrito.
La empecé bien tempranito,
a las 10:00 de la mañana
y entre el ¿quién pierde?, ¿quién gana?,
se ha alargado, y ha cambiado,
la he rehecho y revisado…
En fin: nadie me reproche
que la termine de noche
en un Café de El Dorado.
19 de junio de 2022
Aeropuerto El Dorado, Bogotá,
a las 23 y 56 de un día histórico.