Por Daniel Ramírez.
(Tomado de: https://www.elespanol.com/opinion/20220522/silvio-rodriguez-fuga-jovenes-drama-amargo-cuba/673182795_0.html )
"Pensar, lo que es pensar, he pensado en muchas cosas posibles y
posiblemente en algunos imposibles. Pero ¿se sabe de alguien que sólo pensó en algo predeterminado?... Pensar es importante; pero más importante es lo que hacemos después de pensar.
Usted me ha recibido porque le conté que mi madre,
guitarrista, nos ponía de niños sus canciones. Desde entonces, Silvio
Rodríguez ha formado parte de mi biografía sentimental, igual que la de
miles de españoles. Hábleme de su madre.
Cierto que le recibí por lo que me contó de su mamá, a quien, antes
de continuar, envío un saludo afectuoso y agradecido. Mi madre,
Argelia Domínguez León, es hija de una familia de trabajadores del tabaco.
Las mujeres eran despalilladoras y los hombres torcedores.
Fueron once hermanos que, tan pronto podían empezar a trabajar, lo hacían
para ayudar a la familia. A ella le gustaba mucho la escuela, pero tuvo
que dejarla en segundo grado. Era una persona de muy buen humor. Amaba la
música, la poesía, la canción trovadoresca.
Le cantaba mucho.
Sí. A los quince años tuvo un dúo con su hermana Orquídea. Con el tiempo
se hizo peluquera para sobrevivir, y muchas veces le tocó
la responsabilidad de mantenernos. Pero nunca dejaba de cantar, pasara
lo que pasase. Murió el año pasado, cuando iba a cumplir 96.
Lo siento de veras. Si su madre le acercó a la música, su padre le empujó
a la literatura. ¿Cómo fueron esas primeras lecturas? Imagino que no
concibe un camino sin el otro. Son sendas que se cruzan.
Mi padre, Dagoberto Rodríguez Ortega, tuvo que doblarse sobre un surco a
los seis años, pero de mayor fue un lector infatigable. Siempre, después
del almuerzo, se acostaba a leer al menos una hora.
¿Qué era lo que más le gustaba?
Especialmente la poesía y el teatro. Por él conocí a José Martí, a Juan de
Dios Peza, a Rubén Darío, a Nicolás Guillén, a Rabindranath Tagore... Mi
padre era un autodidacta total; aun así escribía sainetes ocasionales.
Durante la segunda guerra, junto a su hermano Ángel y otros jóvenes, pulió
diamantes para la industria bélica en la base aérea de mi pueblo. Después
se dedicó a la construcción de muebles y se hizo ebanista. Un oficio que
le gustaba mucho porque, según él, "tenía de arte".
¿Cómo era su pueblo, San Antonio de los Baños, en los años cincuenta?
26 kilómetros de La Habana, entonces y todavía hoy, más que
una distancia es un mundo. San Antonio era un pueblo alegre, con más
conciencia obrera que agraria, gracias a las tabaquerías, donde existía el
oficio de Lector, que era un empleado que empezaba el día leyendo el
periódico mientras los trabajadores realizaban su faena, y luego
continuaba con los clásicos de la literatura.
La fábrica de levadura más grande de Cuba, la Fleishmann, estaba en San
Antonio. Las mujeres tenían los despalillos y la Fábrica de Camisas. Mi
pueblo tiene en su haber un récord nacional de revistas y publicaciones,
sobre todo humorísticas.
¿Había música?
El pueblo tenía dos cines, varias Sociedades y había bailes todos
los fines de semana, con las orquestas más populares del momento. Era
un pueblo próspero, lleno de actividad, y para colmo atravesado por
un río que, después de cruzar densos bosques, escondía una
misteriosa cueva.
El analfabetismo, antes de la Revolución, era muy amplio. A usted, ¿cómo
le enseñaron a leer y escribir?
El analfabetismo en Cuba, antes de la Revolución, era de
aproximadamente un 30% de la población, sobre todo de las zonas rurales.
Mis primeras nociones de lectura y escritura las recibí en mi casa, de mis
padres, y luego terminé de aprender en la Escuela Pública nº5 de mi
pueblo, donde cursé preescolar y primer grado.
Pocos años más tarde, participó precisamente en una campaña de
alfabetización rural. ¿Cómo lo recuerda? ¿Cómo enseñó usted a leer
y escribir a aquellos niños?
No eran niños los que enseñé a leer y a escribir. Eran los hombres
del batallón de milicias 339, de Cienfuegos, que acababan de perder a
42 familiares y amigos en las arenas de Playa Girón. Estaban muy tristes.
Después continué en la Ciénaga Oriental de Zapata, en casa de un campesino
carbonero. La comida era escasa. Tenían varios hijos y ninguno sabía leer
ni escribir. Estando allí nació el último. Mi farol de alfabetizador
sirvió para alumbrar el parto.
Le impactó mucho El Principito con el mítico "lo esencial es invisible a
los ojos". Es una lectura estrechamente relacionada con la
utopía. Ahí ya se cocinaba algo dentro de usted.
No es casual que El Principito haya tocado el corazón de
sucesivas generaciones. Es un libro bellamente escrito. Desde la ternura,
sobre la comprensión al otro, por raro que parezca. Por eso sigue
siendo necesario.
Antes de saberlo en carne propia, por aquella época, siendo muy
pequeño, aprendió las luces y las sombras del amor. Porque sus padres se
separaron, regresaron, se volvieron a separar… Después llegarían sus
propios amores. El amor es clave en sus canciones. De hecho, cuando llegó
lo de la canción protesta, algunos trovadores decían entre risas:
"¡Pero si yo no tengo ninguna canción protesta!".
El término protest song fue acuñado en los Estados Unidos en los
años sesenta, una época de auge de los movimientos integracionistas
y antiguerreristas, que reunieron a mucho pueblo norteamericano y a
sus más audaces cantores en una lucha memorable.
Aunque no dudo que también lo etiquetaran así para venderlo. El
hombre tiene la buena costumbre de nombrar las cosas, aunque algunos
nombres, cuando se usan para el comercio, parecen encerrar las cosas en
una especie de gueto.
Lo cierto es que la canción, de forma natural, ha ido haciendo el
cuento de la vida. Desde Homero se sabe, pero seguramente fue desde antes.
Véanse las canciones en la Biblia. El canto siempre ha narrado el amor, el
desamor, las guerras, las ambiciones, la naturaleza, los ideales; en la
canción caben todos los asuntos humanos. Por eso me reía cuando querían
clasificarnos.
Y sus primeros amores, esos "primeros asuntos humanos", ¿cómo fueron?
Como los de todo el mundo: utópicos primero y luego cada vez
más manifiestos y tangibles, hasta que me puse a cantarlos, que es
también una forma de prolongarlos y tratar de entenderlos.
Cuando llegó la Revolución, usted tenía doce o trece años.
¿Cuáles son sus primeros recuerdos?
Cuando triunfó la Revolución, hacía un mes que había
cumplido doce. En aquella Cuba había una complicidad generalizada contra la
tiranía. Cuando los niños jugábamos a los soldaditos, los malos eran los del
ejército y los buenos eran los barbudos de la Sierra Maestra.
Conocíamos personas que estaban huyendo y, en las noches,
escuchábamos Radio Rebelde por la onda corta, muy bajito. El primero de enero
de 1959 fue un día muy esperado y, claro, como dice el poema de Jesús Orta
Ruiz...
¿Cómo dice el poema?
¡Primero de enero!
Luminosamente surge la mañana.
¡Las sombras se han ido! Fulgura el lucero
de la redimida bandera cubana.
El aire se llena de alegres clamores.
Se cruzan las almas, saludos y besos,
y en todas las tumbas de nobles caídos
revientan las flores y cantan los huesos.
Usted, aunque esto, imagino, exigiría una respuesta muy
amplia, ¿por qué se hizo revolucionario?
No sé qué entenderá usted por revolucionario. Yo creo que
pude ser revolucionario si mis canciones pudieron aportar algo propio,
personal, a la tradición de la inmensa trova cubana. En ese sentido quizá pude
ser revolucionario en algún momento, el tiempo lo dirá.
En el otro sentido, en el político, sólo me siento seguidor
de nuestra historia, ya que somos un país ambicionado por otro mucho más
grande, cosa que viene declarando desde los tiempos en que pertenecíamos a
España.
Por eso se metieron en la guerra, en 1898, cuando el
ejército colonial ya estaba desgastado y en retirada; por eso se adjudicaron la
victoria que había conquistado nuestro pueblo en una guerra por etapas que duró
treinta años; por eso firmaron en París, a espaldas nuestras; por eso nos
impusieron la Enmienda Platt, que los autorizaba a intervenir en Cuba cada vez
que lo consideraran apropiado.
Por eso ahora nos crucifican con la extraterritorial ley
Helms-Burton, que sólo levantarán cuando haya un gobierno moderado por ellos y
de su total aprobación. Para estar contra eso no hay que ser
revolucionario.
Sólo hay que ser cubano y tener vergüenza.
En aquella época, dijo haber alcanzado el convencimiento de
que la guitarra era algo así como un fusil y que un cubano era siempre mita
soldado, mitad algo. En su caso, a tenor de sus respuestas, mitad trovador,
mitad soldado.
Estaba aludiendo a la realidad de nuestra historia como
pueblo. Lo cierto es que empecé a cantar profesionalmente cuando estaba recién
salido del servicio militar; los únicos zapatos que tenía eran las botas del
ejército.
Aún estábamos muy cerca de la invasión por Playa Girón. Unos
pocos meses atrás todavía había bandas armadas por la CIA en las tres
cordilleras de nuestra geografía. Era normal que pensáramos en aquellos
términos de lucha, de defensa.
Aprendió a tocar la guitarra durante el servicio militar.
Una vez contó que, durante esos años, advirtió una poderosa virtud en el
Ejército: un grupo de personas, coordinadas, con vocación de hacer algo. En
España, el Ejército tiene muy mala prensa entre los partidos de izquierdas.
¿Por qué?
El ejército cubano empezó a formarse a partir del Ejército
Rebelde, que había luchado en la Sierra Maestra contra la tiranía. Para los
jóvenes de 1964, cuando empezó la ley de Servicio Militar, no era conflictivo
cumplir con la defensa de la patria. Así se veía, así lo vi yo, por más
incómodo y latoso que resultara: aquello me impidió seguir estudiando lo que me
interesaba y también me perdí de ir a la Universidad.
Pero en las fuerzas armadas, o al menos en las que a mí me
tocaron, también se aprendían cosas de las relaciones humanas, mucho más si se
entraba a los 17, como fue mi caso, y se salía a los 20. Yo tuve mucho tiempo,
noches enteras, para leer y para aprender a tocar la guitarra. A eso me
dediqué, cada vez que podía.
Hemos hablado de una parte luminosa de la Revolución: la
alfabetización. Pero, ¿cuándo y cómo comenzó a conocer la parte amarga que
entraña toda revolución? La separación o el distanciamiento de amigos y familias,
el exilio, la represión.
Ninguna revolución es un camino de rosas. Estas mismas
palabras se las dije a periodistas españoles a fines de los setenta, cuando
visité su país por primera vez. Cierto que es duro ver partir a familiares y
amigos, pero es una elección que no sólo sucede en las revoluciones: pasa en
todas partes, sobre todo en países en conflicto o con problemas económicos.
¿España no ha sido un pueblo de migrantes? ¿No tienen
problemas migratorios en el sur, con África, y con países del Medio Oriente? A
veces me asombra que en países con recursos, donde hay problemas e
inconformidades con sus gobiernos, se hable tan mal del nuestro, que siempre ha
vivido acorralado por colosales fuerzas externas y, aún así, ha resistido un
bloqueo de más de sesenta años.
La revolución ha traído, en ese sentido, la fractura entre
los intelectuales. Me vienen a la cabeza los nombres de algunos músicos que se
instalaron fuera de Cuba como Celia Cruz o Pablo Milanés. ¿Cómo lo ha vivido?
He vivido algunas de nuestras disidencias con el mismo pesar
que usted o sus ancestros podrán haber vivido la de intelectuales y artistas
extraordinarios como Antonio Machado, León Felipe, Rafael Alberti o Antonio
Gades. A los dos últimos tuve el gusto de conocerles. De Gades fui muy amigo;
sus restos, por su voluntad, yacen en nuestra Sierra Maestra.
Hace no mucho tiempo, usted criticó la represión por parte
de la policía de una marcha del colectivo LGTBI en las calles de La Habana. Ya
antes, con su canción Acerca de los padres, abordó con valentía un tema que era
tabú para el régimen. Lo sucedido con los homosexuales en Cuba a partir de la
Revolución fue terrible, muchos de ellos enviados a campos de concentración.
¿Cómo explica algo así?
Lo cierto es que el Gobierno Revolucionario tuvo que cargar
con todos los prejuicios que arrastraba nuestra sociedad desde tiempos de la
colonia; entre ellos un machismo patriarcal y homofóbico. Sin embargo, conocí a
miembros del Ejército Rebelde que eran homosexuales. Por supuesto, esto era de total
conocimiento de la Dirección de la Revolución.
Las Unidades Militares de Ayuda a la Producción fueron
creadas para castigar indisciplinas de miembros del Ejército Rebelde. Después,
algunos inconscientes pensaron que podían ser usadas para castigar a quienes no
trabajaban, “gente de la dulce vida”, se les decía.
Dentro de los estúpidos prejuicios que había con los
homosexuales, estaba el de que no trabajaban, o que vivían una vida fácil. Fue
un error espantoso y cuando lo que estaba pasando llegó a la jefatura
revolucionaria, mandaron a cerrar aquellas unidades. Esto sucedió a fines de
1966 o principios de 1967. Conocí oficiales que tuvieron que ver con la
clausura de aquellas prácticas.
En 1989 se fundó en Cuba el Centro Nacional de Educación
Sexual (Cenesex), que educa, investiga, apoya abiertamente y hasta desfila cada
año a favor de los derechos de las personas LGTBIQ+.
Solía decir José Agustín Goytisolo que las revoluciones son
brillantes por fuera, pero muy frágiles por dentro. Cuando leí aquello, me
acordé de su canción: "Martí me habló de la amistad y creo en él cada día.
Aunque la cruda economía, ha dado luz a otra verdad". ¿Esa verdad es la
pobreza que hoy puede palparse en las calles de Cuba?
No sé cuántas revoluciones conoció José Agustín, a quien
tuve el gusto de conocer cuando fue jurado del premio literario Casa de las
Américas. Pero me consta que aquí sí estuvo. Por ahí hay una foto en que
aparecemos, junto a Haydée Santa María y otros amigos.
Los versos míos que usted cita quieren decir que las
diferencias económicas crean distancias y pueden enemistar a la gente, cosa que
sucede en todos los países donde he estado.
Parte de la pobreza que se palpa en las calles de Cuba
tiene apellido: Made in USA. El bloqueo es para eso, para crear pobreza y para
que el pueblo se vire contra el gobierno. No lo digo yo. Lo dicen ellos con
toda claridad.
Le leo un verso suyo que siempre me ha causado curiosidad:
"Tener no es signo de malvado y no tener tampoco es prueba de que acompañe
la virtud". Podría interpretarse como una enmienda a algunos aspectos de
la Revolución cubana y de partidos que actualmente en España tienen como
primera estrategia enfrentar a "la gente" con "la casta".
La Revolución cubana no inventó la lucha de clases. Tampoco
la inventó España. Eso existía desde mucho antes; está en la Historia de las
relaciones económicas y sus consecuencias sociales. Por otra parte, puede que
sean singularidades, pero no siempre la clase social determina el valor humano
de una persona. Lo digo porque lo he visto.
Antes de ser músico, trabajó en un semanario. Allí conoció a
grandes escritores. Me viene a la cabeza el “dentro de la revolución, todo;
fuera de la revolución, nada” entonado por Fidel Castro. ¿Concibe la censura
como un mal necesario para que prospere la Revolución? A mí, un joven nacido en
democracia, me ha chocado mucho, en las calles deLa Habana, no encontrar
periódicos libres, sólo los controlados por el partido.
En el semanario Mella no sólo conocí a grandes escritores;
también a grandes dibujantes y a grandes fotógrafos. Las llamadas Palabras a
los intelectuales las pronunció Fidel a unos meses de la invasión por Playa
Girón.
No creo que lo dijera como una orden, como una ley. Lo dijo
en un contexto específico. Lo que pasa es que después la burocracia ideológica
consideró que era mejor mientras menos se discutiera. Las nuevas tecnologías
acabaron con esa comodidad ingenua. Puede usted leer el discurso completo de
Fidel.
Pero, ¿qué piensa de la censura?
Estoy contra la censura. Me he pronunciado contra ella
dentro y fuera de Cuba, porque censura existe en todas partes. Conozco países
muy desarrollados donde actores y cantores han sido procesados y presos por
decir “inconveniencias”. También hay países donde se calla la opinión ajena a
balazos. Nada de eso ha pasado en Cuba.
Me han contado un problema que tuvo usted por hablar bien de
los Beatles. ¿Qué pasó exactamente?
En mis inicios me preguntaron qué me parecían y dije que
eran una vanguardia musical. Me botaron de la televisión por eso, a principios
de 1968. Sin embargo, hace unos años, tuve el gusto de pronunciar el discurso
de defensa del Honoris Causa para Sir George Martin en el Instituto Superior de
Arte de La Habana.
Por cierto, ¿cómo era Fidel Castro? ¡Me daba miedo!
Igual que Franco. Los hombres providenciales que dirigen los futuros de las
naciones siempre me han dado miedo.
Fidel fue un revolucionario que conectó mucho con su pueblo.
Quiso que fuéramos un país soberano, viviendo a noventa millas del imperio más
grande de la historia, que siempre quiso dominar a Cuba. Por eso se ganó el más
terrible de los odios. Es público que la CIA fraguó contra él más de
seiscientos asesinatos.
Fidel también fue un intelectual, un hombre estudioso, con
vocación de maestro. Podía pasar horas explicando un tema. Sabía escuchar a sus
interlocutores con mucha paciencia. Personalmente era un hombre atento y
amable.
Castro fue muy amigo del Rey Juan Carlos I, que ahora vive
en los Emiratos Árabes tras algunos escándalos de corrupción. ¿Está al tanto de
la política española? ¿Qué piensa un republicano como usted de la monarquía
española?
Que es un asunto de los españoles.
Hace un tiempo conoció a Pablo Iglesias, que fue
vicepresidente del Gobierno. Su sucesora, Yolanda Díaz, es afiliada del Partido
Comunista. ¿Cree que la ideología comunista tiene futuro en la sociedad
española?
Conozco desde hace años a Pablo y admiro su lucha, su
resistencia. Lamenté mucho el cerco que le hicieron sus enemigos políticos
fuera de su casa, durante años. Algo insólito, inhumano. Aquí diez personas
cercan por un rato la casa de un disidente, ponen un poco de música, pegan un
cartel pintado a mano y sale en todos los diarios del mundo como los horrendos
mítines de repudio del comunismo castrista.
Pienso que la ideología comunista no puede seguir siendo
como se prefiguró en sus inicios, porque vivimos en un mundo muy diferente, más
complejo y con nuevas contradicciones.
Yo nunca he pertenecido a un partido político. Pero
simpatizo con la idea de la igualdad de derechos que promueve el socialismo. No
creo en el igualitarismo, que considero una desviación dañina.
¿Y respecto a España?
Serán los españoles los que decidan su futuro.
Las relaciones entre España y América atraviesan un momento
delicado. En algunos países se están derribando, por ejemplo, las estatuas de
Cristóbal Colón. ¿Cuál es su opinión acerca de la conquista de América?
Porque usted me lo pregunta y, con mucho respeto, me atrevo
a decir en voz alta que quizá España deba revisar algunas premisas de sus
relaciones con Latinoamérica. Impregnarse del espíritu solidario y fraterno de
muchos españoles, expresados en diversas organizaciones no-gubernamentales como
MediCuba y otras asociaciones de amistad con diversos países latinoamericanos.
La llamada “conquista de América” fue lo que siempre han
hecho los que más pueden con los que pueden menos. Es la parte brutal y triste
de los seres humanos.
Teniendo en cuenta la estrecha relación de Cuba con Rusia,
me gustaría preguntarle: ¿le parece justificada la actuación de Putin en
Ucrania?
Estoy contra las guerras, mucho más las de supremacía,
incluyendo por supuesto la guerra de Ucrania. Pero aclaro que no soy
antirruso, como he visto que incita a ser la propaganda en muchos
periódicos de occidente.
Entrados los setenta, marchó a la guerra de Angola. Allí, ya
adulto, vio de cerca lo que era dar la vida por una idea. Gabriel Celaya decía
que la "poesía no podía ser un lujo de los neutrales". Pasado el
tiempo, ¿usted entregaría su vida por una idea?
Decir "una idea" parece reducir a algo ínfimo un
asunto que puede tener proporciones históricas y puede abarcar a más que todo
un pueblo, porque implica una esencia de la mismísima condición humana: el
derecho a la soberanía, a la libre determinación de los pueblos.
¿Pensamos o no que todos tenemos derecho a ser libres?
¿Creemos de verdad en el mejoramiento humano? Espero que sí y que
seamos capaces de ser consecuentes con eso.
A lo largo de mis quince días en Cuba, he conversado con
muchas
personas. He percibido un gran descontento con el gobierno. Hay quien se
está marchando a través de Nicaragua, otros no pueden porque no tienen
dinero. ¿Se está generando el caldo de cultivo para que otra revolución
acabe con la revolución?
La fuga de jóvenes es nuestro drama más amargo. Pero el descontento es un
derecho universal y, por fortuna, también una práctica incensurable. Sin
embargo, estar descontento con un gobierno no es lo mismo que no creer en
los principios que defiende. Hay coyunturas económicas, a veces impuestas,
que pueden provocar reacciones puntuales.
Yo pienso que las revoluciones ocurren cuando las contradiciones
sólo pueden ser resueltas a través de la violencia revolucionaria.
Después de eso, en adelante, le toca actuar a Evolución. Cuidado con los
que le nieguen el cauce que precisa. Lo he dicho cantando en algo
que llamé Sea señora, y perdone que me cite:
Sea
señora la que fue doncella. Hágase libre lo que fue deber.
Profundícese el surco de la huella; reverdézcanse sol, luna y estrellas en
esta tierra que me vio nacer.
A desencanto, opóngase deseo. Superen la erre de revolución. Restauren lo
decrépito que veo, pero déjenme el brazo de Maceo y, para conducirlo, su
razón.
Seguimos aspirantes de lo mismo que todo niño quiere atesorar: una mano
apretada en el abismo, la vida como único extremismo y una pequeña luz
para soñar. Las fronteras son ansias sin coraje. Quiero que conste de una
vez aquí. Cuando las alas se vuelven herrajes, es hora de volver a hacer
el viaje a la semilla de José Martí.
¿Cree que habrá otros trovadores que como usted entonces tomarán
la guitarra contra esas injusticias? Usted escribió el otro día:
“Me preocupa que la revolución, o lo que usa su nombre, acabe
siendo contrarrevolucionaria y que lo que se le enfrente parezca o
acabe siendo revolucionario”.
Son lecturas que hago de mi realidad, porque la vivo, y porque canto lo
que me parece vivir; siempre lo hice así. Es como entiendo mi oficio; como
me parece que ha sido la trova desde que surgió. Hoy hay muchos trovadores
bastante más jóvenes que abordan nuestra realidad con compromiso y sin
complacencia.
¿Cómo vivió las protestas y la reacción del Gobierno a las
manifestaciones del 11 de julio?
Hubo representantes del gobierno que dialogaron. Aplaudí eso. No
puede haber sociedad sin diálogos. Mucho menos con las zonas inquietas de
la juventud. Ese es el socialismo en el que creo.
En sus canciones se percibe una tensión entre ley y justicia,
que cristaliza en este otro verso, una pregunta que usted se hace:
"¿Hasta dónde debemos practicar las verdades?".
Las
respuestas erróneas a esa pregunta han desatado las mayores crisis
sociales de la Historia. Es que nunca ha habido una sociedad sin
contradicciones, mucho menos hoy, en un mundo tan comunicado y a la vez
diverso, tan complejo que a veces parece muy nuevo pero en el fondo
también es muy viejo.
Cuando, muy joven, hizo una larga travesía en el Playa Girón, atracó en
Canarias. En el prólogo de Canciones del mar cuenta que, por la calle, se
dio cuenta de que tenía la posibilidad de no regresar a Cuba. Pero
regresó. ¿Alguna vez ha pensado en marcharse?
Pensar, lo que es pensar, he pensado en muchas cosas posibles
y posiblemente en algunos imposibles. Pero ¿se sabe de alguien que
sólo pensó en algo predeterminado?... Pensar es importante; pero
más importante es lo que hacemos después de pensar.