Ahora que se habla de la Patria en la Mesa Redonda.

 El 27 de noviembre de 2016, caminaba yo por una  calle manzanillera llena de agua de salideros mientras unos estudiantes de medicina mostraban en sus rostros la frase "Yo soy Fidel" escrita con tinta de plumón. ¿Cuántos de aquellos estudiantes habrán hecho o intentado hacer la travesía hacia la frontera de El Paso? Me he preguntado  mirando el video de la Mesa Redonda en la cual un investigador de la Universidad de La Habana ha tenido la honradez -y la valentía- de decir lo que, mas o menos, casi todos sabemos o creemos ssber, y recordé lo que escribí aquel día, que ahora les comparto:  

El cinco de febrero del 2013, al anochecer, caminaba yo por las calle Martí de Manzanillo justo a media cuadra del conjunto monumentario dedicado a Celia Sánchez Manduley. De pronto sonó mi tarequito de celular "Motorola V5". Llamaban de un número desconocido para mi. La voz se presentó con un nombre que no recuerdo. Me dijo que me enviarían un número de teléfono por sms y me cargarían el móvil para que los contactara.

"¿Pero quiénes son ustedes?", le pregunté: "Sólo llámanos", fue su respuesta.

Cuando llamé recibí una "generosa" oferta que nunca acepté, ni aceptaría.

Nunca llegaría a conocer a ciencia cierta quienes eran "ellos", ni me interesa saberlo. Algunos amigos, sobresaltados cuando les conté, me dijeron que podrían ser agentes de la seguridad que comprobaban  mi "integridad política", otros -no tan amigos-, me aseguraron que se trataba de "hérores de la oposición" quienes me daban una "oportunidad" para luchar por la "libertad" y la "democracia".

Desde que supe la noticia de la muerte de Fidel Castro estoy recordando ese episodio. 

La radiodifusión había sido mi vida hasta entonces. Quienes me conocen desde hace años, saben muy bien que rechacé ofertas de emisoras nacionales, propuestas de irme a hacer televisión o cine, apegado a lo que llamaba cariñosamente "mi radio-bemba", la emisorita de mi terruño.  Durante varias semanas luego de no poder trabajar más en ella, salía de mi casa y caminaba automáticamente por el mismo recorrido que había transitado por 22 años. Y cuando me daba cuenta de que ya no trabajaba ahí, tenía que hacer tremendo esfuerzo por autorregularme la rabia.

 De pronto me expulsaba de la radio un girovagante: extremista, oportunista y, sobre todo, ignorante, apoyado por las autoridades del gobierno y el partido en la provincia, con el silencio cómplice de muchos de los que se decían "mis compañeros", mis "hermanos de la UNEAC".  Me quitaban aquella pasión atenidos a una supuesta "pureza ideológica". Me lanzaban a la calle, dejaban sin sustento a mi hija y a mi padre que ya para entonces dependían -y dependen- de mi. 

¿Podía yo culpar a Fidel Castro por aquella injusticia? ¿Podía culpar al Presidente de la República de aquel atropello? Incluso si en verdad sus políticas hubieran propiciado aquella mañana fatal del 5 de febrero del 2013 en que me dijeron -como lo dice el peor oligarca-: "pasa por la caja a cobrar y retírate", incluso si su ideología hubiera propiciado aquella mañana... ¿Sería honrado de mi parte que aceptara el mismo dinero que había pagado la voladura del avión de  Barbados, el ametrallamiento de Boca de Samá, el asesinato de Fabio Di Celmo?

Hace unos días, Mirja Naranjo, la softbolista manzanillera, a quien no conozco personalmente pero si sé de sus avatares para irse a vivir a Estados Unidos, comentó que: "Si Trump ataca a mi Patria yo soy la primera que agarro un fusil y le caigo a tiros a la Casa Blanca porque no estaría atacando al gobierno que detesto, sino a mi familia, mis amigos, mis compatriotas". Al leer eso, de Mirja Naranjo, alguien bien lejana del fidelismo, del socialismo o el comunismo, sentí una profunda admiración por ella, y supe que yo estaría en su misma trinchera.

Porque la Patria, amigos y enemigos, es más que un líder, un sistema político o una ideología. La Patria es los amigos, la familia, el primer beso, la primera puesta de sol, el primer aguacero, la primera borrachera, una canción que alguna vez se escuchó por azar, y se recuerda por algun misterio. La Patria es ese segundo tras segundo que nos marca con el enigma de la esperanza y la frustración. 

La Patria es el respeto por el dolor del prójimo, aun cuando no se comparta su manera de ver la vida,  la conciliación y el perdón en pos del futuro, la solidaridad y la bondad. La lucha por gente que no conocimos ni vamos a conocer y que también son nuestros hermanos.

Sólo los mercenarios y los fundamentalistas no tienen Patria. 

Los mercenarios son esclavos de sus ambiciones y sus amos. Los fundamentalistas, son esclavos de sus odios y rencores. 

Ya Fidel murió. Un día cercano morirán también Raúl, Machado Ventura, y los otros que nos trajeron -mal o bien- hasta el siglo XXI. Morirán Bush, Obama, Trump... ¿Seguiremos algunos -no pocos-  cubanos culpando a los políticos de nuestras cobardías cotidianas, nuestras insuficiencias personales, nuestras mezquindades personales, nuestra  intolerancia por la condición del otro, disfrazadas de posturas político-ideológica, presuntos principios, que tanto nos manipulan e incentivan desde el odio y los extremos?

Con pesar, por ella misma, he visto a una  amiga ostentar su alegría acerca de la muerte de Fidel, lanzar a los cuatro vientos que celebra por tal o más cual familiar reprimido, poner fotos de un brindis con sus hijos adolescentes por la muerte de un Ser Humano. Y sé muy bien que no se gasta cinco dólares semanales en llamar a su madre, quien  vive en condiciones precarias en Manzanillo, y que llora cuando me pregunta si he sabido de ella porque le extraña. Esa madre que sufre en silencio, es la Patria. 

Sé que perderé seguidores con este comentario pero, amigos y enemigos, Cuba, la Cuba de nuestros hijos y nietos, necesita más  honra y amor. Menos odio y autojustificaciones provenientes lo mismo del girovagante que del alma mercenaria.

Manzanillo de Cuba, 27 de noviembre de 2016.